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Foto del escritorIB La Molina

El retorno del hijo perdido

“Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré y no me retardé en guardar tus mandamientos. Compañías de impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley. A medianoche me levanto para alabarte por tus justos juicios. Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos. De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra; enséñame tus estatutos.” Salmo 119:57-64

Hay un cuadro del famoso pintor holandés Rembrandt titulado: ”El retorno del hijo pródigo”. En este óleo se retrata parte de la historia relatada en el evangelio de Lucas.


Como sabemos Jesús narró la parábola del hijo pródigo: El menor de dos hermanos, le pidió a su padre una excepción especial: “Dame los bienes que me corresponden”. La ambición y el deseo de libertad, así como su torpeza y desenfreno eran suficiente evidencia para que el padre se negara, pero el Señor quiso enseñar que Dios respeta las decisiones que tomamos (aunque sean tontas) y entonces el padre le permitió hacer su voluntad.


El chico sabía en el fondo de su conciencia que todo lo que quería hacer contradecía la formación que recibió, por eso se fue lejos, lo más lejos posible a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Seguramente se divirtió mucho, tuvo amigos al por mayor, comió y bebió hasta decir basta, pero llegó el día que su provisión se acabó. Entonces, cuando estuvo sólo y sin nadie que lo ayudara reconoció que había actuado como un necio y regresó al único lugar donde era realmente amado, a la casa de su padre.


De esta parte de la historia pinta el cuadro, el hijo que regresa al padre sin dinero, sin salud, sin honor, sin reputación pues ya lo ha despilfarrado todo. Rembrandt nos ilustra a ambos personajes con una serie de detalles que nos permiten comprender este maravilloso momento:


El hijo pródigo tiene cicatrices en las plantas de sus pies mostrando la historia de un viaje humillante y doloroso, sus sandalias demuestran toda la miseria y sufrimiento que le dejó el haber vivido una vida de libertinaje, sus ropas andrajosas y con agujeros eran la prueba exterior de tener el alma llena de heridas, su cabello rapado la señal más clara de su arrepentimiento.


Así es como se ve al hijo pródigo, pero la escena cumbre del cuadro es el padre, un anciano que acoge con un gesto lleno de amor y protección a su hijo, su rostro demuestra misericordia y compasión. Coloca las manos amorosamente en la espalda del hijo y en el evangelio podemos leer cómo recibió a su hijo perdido: “Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.”


Esta porción del Salmo 119, me hace pensar que pudiera ser la oración de los hijos pródigos, porque el salmista dice:

  • Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios:

  • Examiné cuidadosamente mi vida y decidí regresar a ti y seguir tus enseñanzas.

  • Me di prisa, no me tardé, ahora quiero obedecer tus mandamientos.

  • Estuve rodeado de perversos pero yo no he olvidado tus enseñanzas.

  • En medio de la noche me desperté y me levanté para agradecerte.

  • Ahora soy compañero de todos los que te respetan.

  • SEÑOR, tú llenas toda la tierra de tu fiel amor; enséñame tus mandatos.


El hijo pródigo no olvidó en su mente y corazón que todavía era hijo del padre, sabía que se había equivocado, examinó cada mal paso que dio, los malos amigos, los bienes desechados por su necedad, y en medio del barro de los cerdos se volvió a aferrar con todas sus fuerzas a la realidad que latía en su corazón: “Soy hijo de mi Padre”


La Gracia Divina es completamente gratuita, sólo espera que cual hijos que hemos soltado la mano de Dios, volvamos arrepentidos para sentir nuevamente el abrazo de perdón y amor. Si eres hijo debes saber eso, que Dios no desecha a nadie, Él ama al pecador arrepentido. Si eres madre o padre, no te canses de orar por tus hijos.


Con amor


Martha Vílchez de Bardales


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