“Les dirás asimismo: Así ha dicho Jehová: El que cae, ¿no se levanta? El que se desvía, ¿no vuelve al camino? ¿Por qué es este pueblo de Jerusalén rebelde con rebeldía perpetua? Abrazaron el engaño, y no han querido volverse. Escuché y oí; no hablan rectamente, no hay hombre que se arrepienta de su mal, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla. Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero mi pueblo no conoce el juicio de Jehová. Jeremías 8:4-7
Nuevamente vemos que la nación le había dado la espalda a Dios, pero este abandono le trajo consecuencias dolorosas, Jeremías vio que los judíos fueron privados de sus tumbas, los caldeos tenían la costumbre de saquear las tumbas y por eso el profeta vio los huesos de los reyes, príncipes, sacerdotes, profetas y moradores de Judá expuestos como estiércol sobre la faz de la tierra.
¿Por qué los babilonios dejaban estos restos desperdigados cual alimento de aves carroñeras? Porque los judíos habían abandonado a su Dios y se habían postrado delante del sol, la luna y las estrellas, ahora esos dioses inexistentes no podían ayudar a estos pobres idólatras.
Jeremías está ahora hablando nuevamente al pueblo, todavía quedaba un pequeño número de fieles, no todos habían caído en la impiedad, sus palabras están cargadas del Espíritu de Dios, él sólo es boca de Dios cuando dice:
“Así dice el Señor: Cuando los hombres caen, ¿acaso no se levantan? Cuando uno se desvía, ¿acaso no vuelve al camino?”
En estas palabras la angustia del orador revela el inmenso amor de Dios para los hijos rebeldes, puede ser que hayas caído, pero ¡te puedes levantar! Esta frase revela cuán grande es la misericordia de Dios. Algunos religiosos están listos a tachar al hijo pródigo sin darle oportunidad para que vuelva a la casa del Padre, pero estas palabras proféticas expresan el corazón de un Dios Paternal que invita continuamente a sus hijos al arrepentimiento, su plan perfecto es restaurarlos, devolverles el sano juicio, ellos son recuperables si aceptan que pecaron.
Como madre, anhelo de todo corazón que mis hijas amadas siempre estén en una comunión íntima con el Padre Celestial, pero también soy una madre de hijos espirituales, y mi corazón ruega al Señor que cada uno de ellos sean discípulos de Cristo.
Hace unos días una sobrina que vive en otra ciudad me envió la foto de su diploma de la escuela bíblica vacacional, ella lo guardó intacto. En ese documento estaba la firma del pastor y de la maestra de la Escuela, mis ojos se llenaron de lágrimas cuando vi la firma de mi papá y mi propia firma (más un garabato de adolescente), pero me emocionó más que ella me dijera, gracias maestra. Lo interesante de este documento es que tiene más de cuarenta años, mi sobrina nunca se olvidó lo que aprendió en su niñez, ella sigue fiel al Señor. ¡Cuán importante es que demos la Palabra no como una lista de exigencias y negativas, sino como invitaciones de amor, así los hijos querrán estar cerca de ese Padre que vuelve a levantar al caído.
El profeta alzó su voz para darle alivio a ese pequeño grupo de piadosos que aún quedaban, no todos habían caído en la impiedad, o quizá algunos sí se dejaron llevar por la mayoría, pero regresaron, porque quizá podrían ser perdonados. Cuando alguien cae, inmediatamente piensa en recuperar la buena postura; cuando alguien se desvía del rumbo correcto, advertido de su extravío, inmediatamente busca el camino correcto. Tenemos que estar atentos a las señales de esos hijos que no saben cómo regresar para darles la mano y llevarlos al Padre.
Jeremías dijo que, el que cae se levanta, pero el pueblo en su mayoría fue tan loco como para desperdiciar esta invitación. Parecían más fieles a Dios, pero ante la invitación de que debían arrepentirse nadie aceptó la oferta. La conducta de ellos fue ser más rebeldes, su conducta fue monstruosa; porque se lanzaron obstinadamente a sus vicios, los corazones endurecidos se hicieron más duros. Se hicieron ciegos y sordos para no prestar atención a la palabra de Dios, como si quisieran permanecer en las tinieblas y seguir siendo dominados por el diablo. Ellos estaban determinados a ir por su propio camino, con tanta determinación y enérgica como el caballo que arremete con ímpetu a la batalla.
El pecado de Judá es que no quiso ver que se había apartado de Dios, no quiso admitir su desviación, ponía excusas para todo, le echaba la culpa a todos, ellos no estaban dispuestos a arrepentirse, quisieron quedarse tirados sobre la inmundicia de sus pecados en vez de salir de esa maldad.
Mi querido lector y amigo, si deseas ser sanado de vicios, si deseas ser liberado del hombre carnal que sólo mira por su placer, comienza examinándote cuidadosamente, empieza evaluando tus pensamientos, tus motivos, y deseos, si te das cuenta que sólo buscas estar satisfecho, si sólo quieres complacerte y no te importa escuchar a Dios, estás a tiempo de arrepentirte. Sacúdete de todo lo que ensucia tu alma. El comienzo del verdadero arrepentimiento es renunciar a todas las mentiras de tu propio corazón.
Oración: Padre yo reconozco que me he apartado hace mucho de ti, no he buscado tu palabra, no he reconocido que me estabas llamando, he sido un hijo rebelde y conociéndote, te hice a un lado para seguir mi propio camino. Reconozco estas necedades, delante de ti soy un pecador. Perdóname Padre, lávame de toda esta maldad, quiero ser limpiado y recibir nuevamente tu abrazo y tu perdón. Te pido esto con todo mi mente y corazón. Amén.
Si hiciste esta oración, el Padre te vuelve a levantar, no importa cuán bajo hayas caído, Dios te ama. Espero que me escribas para orar por ti.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
Comments