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Foto del escritorIB La Molina

El precio que hay que pagar por ser fiel

"Estos estaban enfurecidos contra Jeremías, así que luego de golpearlo lo encarcelaron en la casa del cronista Jonatán, ya que la habían convertido en prisión. Así Jeremías fue encerrado en un calabozo subterráneo, donde permaneció mucho tiempo." Jeremías 37:15-16




Leyendo y meditando en el trabajo y ministerio de Jeremías encuentro a un siervo de Dios fiel y obediente que sin embargo sufrió mucho, y aún así nunca dejó de cumplir la misión que Dios le encomendó. Cada mensaje que comunicó quebrantaba su alma, le hacía llorar el corazón, pero para nada no lo imagino complacido que la ciudad que tanto amaba recibiera las consecuencias de su rebeldía.


Por eso fue conocido como un profeta sufriente, porque su rostro lleno de lágrimas demostraba la impotencia de no poder hacer entender a su nación que vuelvan a Dios, este dolor simbolizaba también el dolor del Padre celestial. Y pensar que era un joven sacerdote de veinte años cuando fue convocado para ser un profeta del Altísimo, treinta años después, fue nuevamente encerrado en prisión.


Encuentro que Jeremías fue encarcelado en total, unas cinco veces, en cada oportunidad, no fue porque hubiera cometido algún delito, él era boca de Dios y solamente exponía la voluntad del Padre.


"Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un capitán que se llamaba Irías hijo de Selemías hijo de Hananías, el cual apresó al profeta Jeremías, diciendo: ¡Tú te pasas a los caldeos!."


A Jeremías lo acusaron de todo, incluso de pasarse al enemigo, pero él no aceptó ningún cargo mentiroso, aunque de todas maneras lo encerraron, esta vez en un calabozo, más parecido a una cisterna inmunda.

Fue azotado y vejado como si fuera un pecador, ¡que precio tan algo tuvo que pagar por permanecer fiel a Dios y a su mensaje! .


No encuentro en la biblia cuántos días exactos estuvo en ese calabozo, sólo dice "después de muchos días" por fin fue liberado, en ese encierro no habían otros profetas que lo acompañaran, es que todos los demás decían cosas agradables a los oídos de los gobernantes y del pueblo, cosas de prosperidad y éxito, solamente Jeremías decía la verdad.


¿Se imaginan a un predicador de éxito encerrado en un lugar donde es imposible caminar? Este calabozo era en realidad una cisterna, un foso sucio cavado en tierra, un hoyo maloliente donde no se podía siquiera acostarse. Lo que quería el rey era apagar su valor, quebrantar su espíritu para que dejara de hablar cosas referente a advertencias, disciplina, obediencia y temor a Dios, lo que quería Sedequías era que Jeremías fuera doblegado, hasta que le diera buenas noticias, como lo hacían los otros profetas que si le simpatizaban .


Imagínense al rey inclinando la cabeza hacia esa cisterna esperando que el profeta cansado por el sufrimiento le diga por fin lo que quería oír. Pero el mensaje de Dios no cambia. Un siervo verdadero no sucumbe a la presión.

El rey Sedequías entendió que no torcería el brazo del fiel Jeremías y ordenó que lo llevaran al patio de la cárcel y desde allí lo alimentaran con un pan al día.


Gran lección para los que han recibido el sublime llamado al ministerio, si realmente sirven a Dios por obediencia, podrán sufrir, pero Dios nunca dejará de sostener a su siervo.


Con amor

Martha Vílchez de Bardales


PD. Este ministerio de devocionales diarios se sostiene con ofrendas de amor, si deseas apoyar puedes hacerlo voluntariamente en la siguiente cuenta.

Betsabé Martha Vílchez Malpica

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