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Foto del escritorIB La Molina

El miedo al covid-19

"Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Génesis 3:10”.

Si prendo la televisión para ver algún noticiero, lo primero que noto son la cara de los periodistas, se les ve turbados, si llamo a algún familiar también percibo en la voz, más desconfianza y sobresalto, si hago una vídeo llamada a un amigo, lo primero que me pregunta con voz asustadiza es si estoy bien de salud. El miedo ha crecido en todo el mundo, es la emoción que ha opacado el trabajo de los hombres, la voluntad de las mujeres y el futuro de los jóvenes.

El diccionario dice que el miedo es el sentimiento de desconfianza y recelo ante una situación, persona, peligro o riesgo. Puede ser de diversa intensidad, desde el temor, el recelo o la aprensión, hasta el pánico, el sobresalto y el pavor incontenible.


Los primeros personajes que sintieron este sentimiento de pavor, fueron Adán y Eva, Dios les dio una indicación que debía ser obedecida, pero ellos no la cumplieron, al verse descubiertos por el Señor entonces se escondieron, llenos de miedo. Dios sabía que lo que habían hecho, los buscó y Adán respondió: Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; por eso me escondí. Entonces Dios le preguntó: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mandé que no comieras? El hombre le respondió: La mujer que me disté por compañera me dio del árbol, y yo comí.



Adán fue el primer humano que tuvo miedo, su pecado y el haber sido descubierto hizo que sintiera miedo a la presencia de Dios, miedo total a la voz de Dios. Todos los seres humanos desde entonces sienten este miedo aterrador cuando se van de la presencia de Dios y no quieren escuchar su palabra. Es insólito que la creación se aleje de su Creador, le dé la espalda y tenga miedo de Él, cuando todo lo que Dios hace es amar a su creación, que fue hecha a imagen y semejanza de Él. Sin embargo, Dios siempre le da la oportunidad al hombre de recapacitar porque no desea que sus criaturas se aparten con miedo, sino que le teman con amor reverente.


¿Quién te dijo que estabas desnudo? Claro que el Señor sabía la respuesta a esta pregunta. Lo preguntó porque quería que Adán aprovechara lo mejor de su mala situación mediante el arrepentimiento en ese mismo momento, pero Adán no fue limpio delante de Dios y se justificó echándole la culpa a Él.


Entre las deducciones que se presentan como raíz de la pandemia, se dice de todo, cada una más inverosímil que otra, pero el fondo es el mismo, “echar la culpa”, en realidad todas son excusas, somos iguales que Adán. A raíz del miedo vinieron muchos pecados con la auto justificación: la actitud evasiva, la insolencia, la apariencia, la ingratitud, el perjurio, la traición, etc. No estoy diciendo que no tienes derecho a asustarte, todos tenemos miedo de las cosas que están sucediendo en el mundo con esta pandemia, el miedo crece y se expande como si fuera una plaga incontrolable, por eso, si sientes que el miedo no te deja descansar, debes acudir a Cristo quien te dice:


La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27”.

Los gobernantes de este mundo no pueden demostrar cuál es el remedio para este daño, tampoco pueden asegurar que estaremos seguros en dos o tres meses, quizá algunos se atrevan por cuestiones políticas a aseverar que la paz llegará pronto, pero nadie sino sólo Cristo nos puede dar una paz real. Él describió cuidadosamente la paz como “Mi Paz” Es la paz que Jesús demostró en el peor momento de su vida, un corazón tranquilo y sin temor a pesar de todo el sufrimiento y conflicto que tenía por delante en el calvario.


La paz de Cristo no nos hace cerrar los ojos a la realidad, tampoco desaparece el miedo o el afán por la necesidad, pero lo que hace es darte confianza porque está contigo, te da valor porque sostiene tu mano, te da gozo porque recuerdas sus promesas, y te hace cantar alabanzas porque llena tu corazón de gratitud.


Así es como el miedo se arrincona y aparece grande y fuerte la Fe en Dios. Oración: Padre Amado, conoces mis sentimientos, sabes que no puedo dominarme cuando el miedo me aprisiona. Te doy mis temores, sana mi corazón.


Martha Vílchez de Bardales

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