"Y juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su mando; y Débora subió con él." Jueces 4:10
Después de varias semanas viajando puedo volver a sentarme a escribir en la página web. Recibí como regalo por mi cumpleaños dos hermosas biblias, así que he seguido escribiendo, pero en mi Biblia, porque el detalle de mis nuevos ejemplares y que las hace especiales para mi, es que tienen en cada hoja un espacio en blanco, especialmente preparado para las que (como yo) nos gusta añadir lo que vamos estudiando, o las oraciones que Dios nos da, o simplemente las enseñanzas que no queremos olvidar según cada pasaje.
El libro de los Jueces describe el ciclo de la vida natural de Israel, después de la muerte del juez Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Y Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán. Esta frase que he resaltado a propósito se repite en varios versos de este libro:
Los hijos ( otra vez ) hicieron el mal:
Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Jueces 2:11
Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel, por cuanto habían hecho lo malo ante los ojos de Jehová. Jueces 3:12
Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Jueces 4:1
Pero los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales y a Astarot, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos; y dejaron a Jehová, y no le sirvieron. 10:6
Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años. 13:1.
Esta nación amada por Dios, este pueblo que gozó de los maravillosos milagros que Dios hizo, no supo enseñar a las generaciones que siguieron la gratitud al Padre que los sacó de Egipto, y por eso, rápidamente olvidaron a Moisés y Josué, por eso en lugar de ser fieles a la fe de sus padres, esos hijos se hundieron en la apatía; en lugar de obedecer al Señor, cayó en la apostasía; y en lugar de que la nación disfrutara de la ley y el orden, la tierra se llenó de anarquía. De hecho, para Israel fue el peor de los tiempos.
No puedo evitar pensar en la semejanza que hay entre esa generación olvidadiza y los muchos hijos que hoy son llamados la "generación de cristal". En nuestro tiempo, la bandera de la nueva "generación del yo” se está esparciendo cual virus fuerte y mortal: “Haz lo que quieras”, “Lo que vale es lo que te hace sentir bien, "Nadie tiene derecho a pisar tus derechos” y otras consignas como estas, se han consagrado como el estilo de vida mundial, por eso el virus del relativismo ha infectado todos los ámbitos de la vida, especialmente nuestros conceptos de verdad espiritual.
Por eso Jueces es la historia de una nación en deterioro y, como tal, es una imagen para nosotros del deterioro de la vida cristiana. "Estas cosas", como dice el apóstol Pablo, "fueron escritas para nuestra enseñanza". ( 1 Corintios 10:11 ) Dios traza en nuestras vidas las mismas circunstancias, las mismas batallas y los mismos conflictos por los que encontramos a Israel pasando.
Titulé a este devocional como "El lugar de una madre está en el campo de batalla" porque eso fue justamente lo que cambió la historia de una generación de hijos apáticos y mundanos como sus vecinos cananitas que "volvían a hacer el mal" fue una madre la que no se resignó a ver a los hijos de Dios mezclados con el mundo pagano, mucho menos se declaró vencida por un poderoso general con miles de carros y armas poderosas, ella sabía que Dios, su Señor y Rey, pelearía por ella y con esa seguridad fue el campo de batalla.
Amada madre y padre que lee este devocional, hoy día a Sísaras y Jabines (Jueces 4:2) que buscan dominar a tus hijos, alejarlos de la verdad y el temor a Dios, ellos se encargan de mentir a la mente y el corazón de nuestros hijos haciendo relativos la santidad y el respeto a la vida cristiana, por eso debes entrar al campo de batalla y defender tu herencia, pero para hacerlo debes estar vestido de la armadura de Dios, sólo así podrás apagar los dardos de fuego del maligno.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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