"El llanto me consume los ojos; siento una profunda agonía. Estoy con el ánimo por los suelos porque mi pueblo ha sido destruido. Niños e infantes desfallecen por las calles de la ciudad. ¿Dónde hay pan y vino?, preguntan a sus madres mientras caen por las calles como heridos de muerte, mientras en los brazos maternos exhalan el último suspiro". Lamentaciones 2:11-12.
Varados en las autopistas de Lima, sin respuestas y expuestos al temible covid19 cientos de familias que no cuentan con recursos económicos luchan por regresar a sus regiones en pleno estado de emergencia. Enormes grupos, conformados por niños, adultos y ancianos, caminan durante horas sin dirección, en búsqueda de un lugar donde descansar y alimentarse.
Algunos son escoltados por la Policía, otros pasan la noche a la intemperie sin ningún tipo de seguridad. Mientras viven esta pesadilla, intentan comunicarse con sus autoridades sin éxito. Tal parece que nadie está dispuesto a escuchar sus ruegos.
El capítulo de Lamentaciones que hoy les comparto me hace pensar en este éxodo de ciudadanos que sufre la agonía de la inseguridad y el abandono. El escritor de este libro, el profeta Jeremías, fue testigo de la tribulación de una nación que le había dado la espalda a Dios.
Jeremías sintió en carne propia el dolor de ellos: “Mis ojos desfallecieron de lágrimas” Todo este espectáculo hizo que Jeremías se derrumbara. Sus ojos lloraron, su corazón se rompió, derramó bilis. Vio la destrucción de la nación y especialmente el efecto en los niños pequeños, su reacción fue sincera porque los amaba.
Jeremías vio a los niños caer al suelo como si les hubieran disparado con una flecha. ¿Se imaginan cuánto dolor debió sentir al no poder hacer nada por ellos?
Pero el capítulo no termina con una descripción de muerte sin esperanza: ¡Deja que día y noche corran tus lágrimas como un río! ¡No te des un momento de descanso! ¡No retengas el llanto de tus ojos! Levántate y clama por las noches, cuando empiece la vigilancia nocturna. Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de tus hijos, que desfallecen de hambre y quedan tendidos por las calles.
Alguien me preguntó qué podía hacer para ayudar a todas esas personas que están exponiendo su vida en las calles, y yo le respondí: Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de esos hijos, levántate de noche, haz vigilia y ayuno, deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada al Señor.
Hoy necesitamos orar, mientras el mundo llora, nosotros oramos, mientras la gente grita pidiendo ayuda, nosotros oramos, debemos levantarnos como una fuerza intercesora que clame sin cesar por los que sufren.
Dios responderá a su tiempo, el Espíritu acudirá a ayudarnos, Él mismo intercede siempre por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Porque Dios, que examina nuestros corazones, sabe lo que necesitamos.
Romanos 8: 26-27. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Como cristianos debemos pedirle al Señor que derrame sobre su iglesia un deseo santo de orar por los que caminan por las calles, por la policía y los militares, por los médicos y trabajadores de salud, por los empleados de bancos, por los comerciantes, por los templos cerrados, por los enfermos, por la provisión que le falta a los abandonados. Hermanos tenemos que orar.
Oración: Padre Santo, sé que tu conoces cuántos cabellos tienen nuestra cabezas, sabes que somos polvo, conoces el término de nuestros días, todo lo tienes en tu libro, por eso te pedimos que derrames tu gracia y misericordia sobre los que sufren, dales la salida a esta prueba, cúbrelos con tu amor, amén.
Si el Perú se somete a Dios y Obedece, y,resiste al covi o diablo,huirá del Perú