"Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones." Lucas 1: 39-56
No me canso de leer y releer estos hermosos versos que nos cuentan la historia de la Navidad. La conocida escena de la visitación se caracteriza porque fue la reunión de dos mujeres sencillas, dos mujeres llenas de gozo y esperanza. Dos mujeres que tuvieron palabras llenas de sabiduría.
El canto profético de María (también llamado Magníficat) y el reconocimiento de Elisabet, su tía, fueron palabras de acción de gracias, profecía y alabanza a Dios. Fue un encuentro en el que no hubo varones más que Zacarías, que quizá estaba escondido porque se había quedado mudo por dudar del Poder de Dios. Pero en este silencio resonaron las voces femeninas de Elisabet y María. Ellas proclamaron con júbilo la misericordia de Dios, y entonces en ese ambiente de intensa adoración el Espíritu vino sobre ellas.
Leyendo este encuentro pienso cómo me gustaría volver a reunirme con las hermanas amadas de mi iglesia, lo hacemos por las redes, pero cuando nos podíamos abrazar y orar, cuando cantábamos y levantábamos las manos en adoración, eran días que espero en oración puedan regresar pronto.
Estos meses imposibilitados de vernos me hace valorar nuestras reuniones de damas, cuán importantes fueron nuestras reuniones, toda mujer necesita hablar con otra, pero la conversación se hace más significativa y maravillosa cuando una de ellas guía a su compañera a tener comunión con Dios. El ánimo que se pueden dar un grupo de mujeres que buscan hacer la voluntad de Dios mutuamente les permitirán seguir adelante con más confianza y alegría, a pesar de la lucha que tienen todavía por delante.
Sin embargo aún sin vernos es un gozo ver a mis amadas por las redes cada semana, y para mi es una bendición escribirles a cada una y expresarles en cada línea mi respeto, cariño y dedicación.
La conversación que Elisabet y María tuvieron fue un diálogo abundante, rico en profecías y bendiciones, las dos encontraron las fuerzas que necesitaban escuchar, hallaron la amistad que reconfortó sus corazones, y la paz que sosegó sus almas. Ambas fueron sostenidas por el amor de Dios, dos amigas, dos parientes, dos siervas de Dios embarazadas y cantando con alegría y esperanza por haber sido escogidas por Dios.
Quiero resaltar algunos detalles sobre Elisabet:
Elisabet fue una mujer notable, ella tuvo fe cuando su marido Zacarías no la tuvo y quedó mudo a causa de su incredulidad. Elisabet sí creyó en el mensaje del ángel y como mujer mayor que era, al ver a María supo que su responsabilidad era animar a la joven virgen. Como cristianas podemos seguir el ejemplo de estas dos mujeres, que a pesar que estaban enfrentando una situación totalmente rara, no se juntaron para evaluar los riesgos y sacar cuentas de las desgracias, sino para animarse con amor.
Espero que cuando llegue el día que pueda reunirme con mis amigas amadas, ninguna se tome más tiempo para hablar sobre plagas, contagios, vacunas o política, sino que nos veamos y oremos con gratitud por darnos la vida, y con ella la oportunidad de servir a Dios.
Elisabet había vivido muchos años creyendo en Dios y agradándole con su vida. Ella, como esposa de un sacerdote y siendo ya una mujer mayor, no tuvo celos de su joven pariente, a pesar de la juventud de María, que haya sido escogida para concebir en su virginidad y ser la madre del Mesías fue decisión de Dios y Él nos concede favores que no merecemos, pero también espera que nos regocijemos con otros que sean favorecidos aún con mayores regalos que a nosotros.
Aquellos seis meses de silencio junto a su esposo enmudecido, parecen haber sido un momento de preparación para recibir al Salvador y a su madre en su casa. Y en un breve canto, llena por el Espíritu Santo, bendijo a María como mujer, al Hijo y su fe. “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”.
Dios no prueba para que pierdas la fe, para que abandones a tu familia, para que reniegues y te decepciones, Dios te prueba para hacerte crecer en confianza y amor.
"Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” Dijo Elizabet. Recuerden que su hijo sería Juan el Bautista y aún no había nacido, y Zacarías aún seguía mudo. Sin embargo, Elisabet creyó la palabra del Señor dada a su esposo Zacarías cuando él estaba en el templo. En el templo, Gabriel le dijo que su hijo prometido sería quien prepararía al Señor un pueblo bien dispuesto
"Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho" Elisabet reconoció que la fe de María había sido suficiente para enfrentar familia, religión y todo un pueblo. Las promesas de Dios no nos deben hacer mujeres resignadas o pasivas, sino que nos deben impulsar a apoderarnos de ellas por fe. Elisabet quiso animar la fe de María, por eso ella declaró: "porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor."
¿Qué canciones cantarás esta Navidad? Para que sea una Navidad completamente diferente te animo a hacer una lista de motivos de gratitud, promesas cumplidas y milagros recibidos. Cantar alabanzas es adorar al Salvador. Que tu voz entone aroma grato al trono de Dios.
Feliz Navidad.
Martha Vílchez de Bardales
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