“Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados”. Judas 9-12.
La carta de Judas tuvo el propósito de abrir los ojos de los creyentes para estar atentos y reconocer la apostasía que se estaba introduciendo en medio de las congregaciones. Se podría decir que con su carta Judas colocó una luz roja como señal clara para no caer en el error.
Judas aclaró que estos falsos cristianos rechazaban la autoridad, porque ellos querían tener autoridad y que nadie los gobernara. Por lo tanto, rechazaron la autoridad de Dios y rechazaron a los que Dios puso en autoridad.
Hoy, la cultura del mundo sigue rechazando la autoridad y haciéndonos creer que la única autoridad es uno mismo y nadie más. En los días más oscuros de Israel, la sociedad fue caracterizada por un patrón: cada uno hacía lo que bien le parecía. (Jueces 21:25) Hoy en día, este es el modelo de todo el mundo y la civilización más moderna cree que alcanzar este objetivo es el todo del hombre.
El arcángel Miguel es un ejemplo de alguien que no habló mal de las potestades. Contendió con el diablo, cuando se disputó sobre el cuerpo de Moisés, pero no se atrevió a pronunciar contra él un juicio de maldición, sino que dijo: “El Señor te reprenda”
Hay seres angelicales invisibles que nos rodean. Hay espíritus ministradores enviados por Dios para ayudarnos, pero también hay espíritus demoníacos que quieren derrotarnos.
El diablo no puede condenar a una persona salva, pero puede mediante sus engaños corromper y contaminar al cristiano que se supone, camina en la pureza y en libertad. Para el diablo, los cristianos somos enemigos peligrosos que le arruinamos sus planes de maldecir a la humanidad, por eso trabaja con más ahínco tratando de hacernos (a los creyentes) gente distraída con las cosas del mundo, un pueblo vanidoso, egocéntrico, frío espiritualmente, sin temor a Dios.
La Biblia afirma que el diablo existe, y yo creo en todo lo que dice la Palabra de Dios:
“Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás” Zacarías 3:2
“Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” Mateo 4:10.
¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Mateo 16:23.
“Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies.” Romanos 16:20
“Para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.” 1 Corintios 7:5
“Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.” 2 Corintios 11:14
Estoy consciente de su actuar en los matrimonios, en la formación de los hijos, en la corrupción de las autoridades, y aún se mueve entre gente que cree en Dios, pero que siente que el enemigo es sólo el propio hombre. Mucha gente hoy en día no cree que el diablo existe, pero la Biblia dice que existe.
“Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás.” 1 Timoteo 5:15.
El enemigo de Dios ha pintado a través de los siglos una imagen caricaturesca de él mismo como un personaje con cachos, cola larga, totalmente rojo y hasta con gestos cómicos, quizá por eso, algunos lo ven como algo inexistente o simplemente un personaje de teatro.
Al diablo le conviene que lo interpreten de esa manera para que no reconozcan su trabajo minucioso y certero entre nosotros.
Este Satanás sigue trabajando para robarnos la paz engañándonos que ya no hay esperanza para el ser humano, a este enemigo hay que reprenderlo como lo hizo el arcángel Miguel, quien no se atrevió a pronunciar contra él un juicio de maldición, sino que dijo: “El Señor te reprenda” La forma de la lucha de Miguel es un modelo para la guerra espiritual. En primer lugar, vemos que Miguel estaba en una batalla. En segundo lugar, vemos que se enfrentó con la autoridad del Señor. Jesús reprendió al demonio por su propia cuenta, pero Miguel no lo hizo.
Miguel no se burló o acusó al diablo. Dios no nos ha llamado a juzgar el diablo, nosotros no podemos, aunque gritemos con todas nuestras fuerzas, no podemos condenarlo (aunque ganas no nos falten) Para luchar contra él debemos hacerlo en el nombre del Señor.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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