“Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama. Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea; ante los que te temen cumpliré mis promesas. Comerán los pobres y se saciarán; alabarán al Señor quienes lo buscan; ¡que su corazón viva para siempre!”. Salmos 22:24.26
David, el joven pastor que llegó a ser rey padeció sufrimientos que dejó plasmados en la Palabra y muchas veces ayudan a las personas que también están pasando momentos de intenso dolor. En mi caso, he convertido estos cánticos de dolor en mis oraciones cuando la prueba era insoportable y casi de inmediato he sentido el aliento de mi Padre celestial sanando las heridas de mi corazón.
Es un gran error tratar de ocultar o negar una pena con palabras de entusiasmo o resignación, porque en la Biblia encontramos muchos casos de personas que sufrieron y no ocultaron su angustia, sino que derramaron su corazón convaleciente en el regazo de Dios.
Dice el diccionario que el sufrimiento es la sensación de suma tristeza originada por cualquier condición que fuerza al sistema nervioso, al desgaste. Muchos cristianos se han preguntado a través de los siglos, ¿Por qué Dios permite tanto sufrimiento? ¿Es acaso un castigo por pecados no confesados? David, en este Salmo nos ayuda a entender muchas cosas. Pero ojo, si en estos momentos estás sufriendo una prueba, y sientes que tu fe está menguando, puede ser que sin darte cuenta ese dolor este desgastando también tu fe.
Es importante que analices si las pruebas que ahora padeces, están desgastando también tu fe.
¡No eres el único! David también sintió que Dios alejó su rostro de su dolor, pero también entendió que a pesar de su angustia, el Señor no despreció ni rechazó su corazón afligido. Presta atención: Dios ha usado y seguirá usando cualquier aflicción para un buen y gran propósito. Esta es una verdad bíblica que debe afirmarnos en medio del dolor.
Hay un problema con algunas personas que entienden mal las escrituras, por ejemplo asocian automáticamente toda la aflicción con el desagrado de Dios y el consecuente castigo, o también creen que todo el tiempo tenemos que estar victoriosos, prósperos y completamente triunfantes. Es cierto que a veces la aflicción puede venir como castigo (para el incrédulo) o como disciplina (para el creyente). Sin embargo, como los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros, tenemos que entender que la aflicción es algo que Dios no desprecia y la usa para provocar buenos resultados en la vida de su pueblo elegido.
El sufrimiento es algo que nadie quiere, pero que sucede, y también le ocurre a muchos cristianos, por eso cuando un creyente sufre, aunque trata de no perder la esperanza, no siempre está completamente seguro y en paz, por eso creo que el Señor nos dejó este Salmo de David y las palabras del propio Señor Jesús, ambos sintieron en un momento crítico que el Padre escondió su rostro y clamaron: ¿Por qué me has desamparado?
David dijo:¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Salmo 22:1
Jesús dijo: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿porqué me has desamparado? Mateo 27:46
Esta frase podría sonar como completa falta de fe o hasta herejía: ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y no respondes? Es que el sufrimiento trae tanta angustia que puedes dejar de pensar con cordura. ¿Qué esperanza tienen los que sufren en la prueba? David también nos dice: “Él escuchó mi clamor”. La respuesta pareció tardar un tiempo, la espera se hizo insoportable, pero llegó. Y cuando sintió la Presencia de Dios dominando la crisis y la angustia, David pudo alabar al Señor: "Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas, en ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados."
La soberanía y misericordia de Dios tienen el control de cada aspecto de nuestra vida y esto es confirmado por el hecho que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, aunque debemos de enfrentarnos a las aflicciones del tiempo presente nos debemos aferrar a la promesa del Padre: “Vendrán, y anunciarán su justicia; al pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.” Oro mientras escribo este devocional, que los padecimientos que ahora vives no te impidan reconocer al Señor en medio de la tormenta, tu y yo somos parte de ese pueblo que mencionó David, ese pueblo que "todavía no había nacido", pero que ahora anuncia que la Justicia de Dios es para siempre.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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