“Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder.” Efesios 3:6-7
Cuando Pablo escribió esta carta estaba en prisión en Roma esperando el juicio ante Nerón, esperando que vinieran los fiscales judíos con sus rostros sombríos y su odio envenenado y sus cargos maliciosos. Todos las características evidentes de personas que saben DESPRECIAR. En prisión Pablo tenía ciertos privilegios, pues se le permitía quedarse en una casa que él mismo había alquilado y sus amigos tenían acceso a él; pero noche y día seguía siendo un prisionero encadenado a la muñeca del soldado romano que era su guardia y cuyo deber era asegurarse de que Pablo nunca escapara.
El apóstol tuvo una revelación maravillosa camino a Damasco, que el amor, la misericordia y la gracia de Dios no estaban destinados solo a los judíos, sino a toda la humanidad. Desde ese momento él fue con este mensaje de amor a los gentiles: “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Hechos 26:18.
Pablo tuvo una conversión completa camino a Damasco, pero también tuvo un llamado especial, llevar el evangelio a los gentiles. Pero para un judío era algo muy difícil relacionarse con un gentil. Porque para el judío su linaje era el escogido, ellos eran los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Quien tuvo 12 hijos, que a su vez tuvieron 12 tribus. Gracias a esto hicieron el pueblo de Israel. En cambio, los Gentiles son todos los que no son judíos, desde esclavos hebreos, griegos, etc.
Por todo esto los judíos despreciaron a los gentiles como inútiles a la vista de Dios. En realidad los gentiles debían ser aniquilados, pensaban los religiosos judíos, basándose en Isaías 60:12 "La nación y el reino que no te sirvan perecerán; esas naciones serán completamente desoladas"
Este desprecio que empezó hace siglos sigue siendo difundido por algunos extremistas, leí por ejemplo que un rabino israelí Ovadia Yosef fomentó el "desprecio y odio" al decir que los "no judíos" sólo existen para servir a los judíos y los comparó con los burros. En su discurso semanal del sábado por la noche, que se transmite vía satélite a las comunidades judías en todo el mundo, Yosef dijo que "los gentiles nacieron sólo para servirnos. Si no, no tendrían lugar en el mundo, sólo servir al pueblo de Israel".
"¿Para qué sirven los gentiles? Trabajarán, ararán las tierras y recogerán los frutos. Nosotros nos sentaremos como un efendi (título honorífico entre los turcos equivalente a 'señor') y comeremos", prosiguió el líder religioso integrista. "Dios dará longevidad a los gentiles. ¿Por qué? Imaginad que se muere el burro de alguien, perdería su dinero", añadió el rabino,
El desprecio en psicología es definido como una intensa sensación de falta de respeto o reconocimiento y aversión. El desprecio supone la negación y humillación del otro de quien se pone en duda su capacidad e integridad moral. Es similar al odio, pero implica un sentimiento de superioridad.
Pablo nos enseña que para Dios estos sentimientos de superioridad no son correctos, por eso era tan difícil para estos religiosos judíos, comprender que la gracia y la gloria de Dios fueran también para los gentiles.
¿Pueden los cristianos despreciar a cualquier persona? Quien desprecia tiene la clara intención de humillar al otro. Busca ridiculizar, empequeñecer e incluso anular a la otra persona de forma abierta y manifiesta. Lo hace buscando la oportunidad perfecta y lo consigue practicándolo a diario hasta dejar una herida en la mente, una fractura en el amor propio y rompiendo para siempre el lazo de la confianza. Un cristiano jamás debe despreciar a nadie, no importa su condición porque Dios nos llamó a ser instrumentos de reconciliación y perdón.
La sociedad fomenta el odio, el desprecio, y hasta el asco a todo lo que no sea igual o parecido a lo que ellos consideran bueno. Creo que como hijos de Dios nuestra tarea es ofrecer la mano de misericordia y unidad, compartir el verdadero amor de Cristo a quienes no lo conocen, en vez de pelear, despreciar y pelear logrando más división y odio.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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