“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Santiago 2: 14-17
¿Se puede separar la fe del amor? Si tienes fe que Dios te ama puedes andar confiado que todo lo que sucede tiene propósitos eternos, pero además si tienes fe, amarás a Dios y por lo tanto tendrás la necesidad de amar a tu prójimo y hacer todo lo que puedas por servir con amor. No se puede separar la fe del amor.
Parece que Santiago había sido testigo del mal comportamiento de algunos creyentes, ya que habían creyentes que afirmaban tener fe, pero hacían poco para ejercer los deberes del amor. Hoy día también hay cristianos que creen que pueden tener una fe aislada y personal, ellos y Dios y nadie más, dicen por ejemplo: “Dios ve mi corazón y a nadie le incumbe mi relación unipersonal”, la verdad es que no se puede estar satisfecho de tener fe sin obras evidentes de amor y servicio.
Algunos cristianos satisfechos con esa clase de relación solitaria se jactan de estar satisfechos con una fe sin obras, entonces sí se congregan es un favor que le hacen a la iglesia, si ayudan a las misiones es por guardar las apariencias, o si tienen que alimentar a un pobre lo harán como una limosna, esas obras no tienen fe ni amor.
A este grupo de personas Santiago pregunta: ¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
Puedes decir que tienes fe en Jesucristo, pero si tu fe es genuina tiene que ir acompañada del mismo amor que recibiste del Salvador. El apóstol Santiago fue muy claro en afirmar que los hipócritas pueden afirmar muchas cosas, pero a la hora de la hora, esa fe sin frutos no podrá salvarlo.
Los judíos convertidos al cristianismo se sintieron seguros cuando comprendieron que la salvación era por fe, y no por los ritos que guardaban celosamente, pero se fueron al extremo de abandonar los dones espirituales que conducen al servicio, al compartir con amor, al ayudar a los pobres o ser generosos con todos. Se fueron al extremo afirmando que esas obras no importaban en absoluto.
Es verdad que somos salvos por gracia a través de la fe, no por obras; pero la fe salvadora tiene obras que la acompañan. Como dice un refrán: "la fe sola salva, pero la fe que salva no anda sola; tiene obras buenas que la acompañan".
Un creyente que tiene fe y amor, no mira al pobre y lo manda a su casa sin ropa ni comida, un creyente verdadero necesita compartir lo poco que tiene porque el carácter de Cristo lo ayuda a demostrar que es un hijo de Dios.
“Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras” Tito 3:8.
“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.”
Una fe muerta es una religión vacía y sin amor, no puedes ver a una persona que claramente necesita tu ayuda y no ofrecerle nada. Una verdadera fe, y las obras que la acompañan, no están hechas solamente de cosas "espirituales"; sino también de una preocupación por las necesidades más básicas, como la necesidad de consuelo, abrigo y comida.
Cuando las necesidades aparecen, debiéramos entonces orar menos y simplemente hacer más para ayudar a la persona en necesidad. Algunas veces oramos mucho sustituyendo la acción de amor.
Quiero dar nuevamente testimonio de haber recibido mucho más de lo que en casi cuarenta años de servicio he podido ofrecer, mostrar obras de misericordia sin el interés de recibir el doble es un acto sincero de amor. No hagas nada por interés, muestra tu fe con obras de amor sincero. Dios te ve.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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