El mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán enemigo de los judíos; y Mardoqueo vino delante del rey, porque Ester le declaró lo que él era respecto de ella. Y se quitó el rey el anillo que recogió de Amán, y lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán. Ester 8:1-2
Ayer estuve compartiendo con algunas mujeres sobre las prioridades de la vida. Antes de la pandemia, todos sabíamos bien nuestras prioridades, por eso apenas podíamos abrir los ojos corríamos a cumplir todas las tareas que marcaban la agenda diaria. Pero cuando todo se detuvo por la pandemia y cuarentena, el mundo tuvo que pensar un poco más y decidir en serio y ya sin impulsos, cuál tarea era la más primordial.
No puedo evitar pensar en estas cosas cuando leo el fin de Amán. Tan concentrado en subir la escalera del éxito, tan ocupado en ganar y ganar poder, dinero, posesiones, lujos, y finalmente se quedó sin nada.
Amán, el perturbado hombre que aparentemente lo había logrado todo, terminó con nada, ni siquiera algo para dejarle a su familia.
El apóstol Santiago escribe la importancia de las prioridades, es mejor darle más valor a la obediencia a Dios que vivir afanado y preocupado por acumular sólo para uno mismo.
Pero quizá puedes pensar: “Un momento hermana Martha, yo no tengo riquezas, con las justas tengo para sobrevivir” Si tus pensamientos están encerrados en sólo trabajar para comer y vestir, y has dejado que esas cosas ocupen el primer lugar que le pertenece a Dios, quizá no estés acumulando riquezas, pero estás demasiado atareado en lograr provisión y eso es lo mismo porque rebajas el poder de Dios que ha prometido cuidar de sus hijos.
¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán! Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. Santiago 5:1-3
Santiago, quien caminó al lado de Jesús conoció de cerca a algunas personas ricas entre los seguidores del Señor como Zaqueo, José de Arimatea y Bernabé, por lo tanto él pudo notar que las riquezas pueden representar un obstáculo cuando ocupa el lugar del tiempo para Dios, cuando representa una tentación para hacer crecer el egoísmo, la autosuficiencia, el orgullo y la avaricia.
No parece para nada un pecado grave, estar preocupado y ocupado en abastecer el hogar de comodidades, pero cuando te roba el tiempo que debes darle a Dios, ya has permitido que otros dioses sean tu adoración.
Quizá Amán empezó con buenas intenciones, tratando de darle lo mejor a su familia, pero poco a poco esas cosas fueron cada vez más agradables, más necesarias, más imprescindibles y Dios ya no tanto. Hoy la mayoría de personas se han “reinventado” es decir, están creando nuevos proyectos, nuevas empresas, negocios y tareas para no caer en la extrema pobreza. Pero aunque es un deseo loable proteger tu casa de la ruina, nada debe competir con el tiempo que es para Dios.
El rey le dio la propiedad de Amán a Ester. Hasta el anillo que le había dado a su privilegiado hombre, ahora estaba en la mano de Mardoqueo. Amán se quedó sin absolutamente nada. Y más bien los hijos de Dios fueron prosperados.
El rey no podía revocar el decreto que le hizo firmar el difundo Amán por lo que simplemente escribió otro decreto dando apoyo a los judíos contra sus atacantes. Pienso que el diablo trabaja diariamente planificando daño contra los hijos de Dios, pero simplemente el Señor lo hace a un lado, decretando salvación a aquellos que lo reconocen como Señor y Salvador. Dios resuelve el problema de la condenación, no transigiendo Su decreto de justicia eterna, sino llevando a cabo la justicia y tomando el castigo que nosotros merecíamos. Su contra-decreto nos salva, la fe en Jesús, Romanos 3:26.
Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el decreto nuevo de Asuero, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había caído sobre ellos. Que Dios nos ayude a darle siempre el primer lugar, esto será testimonio más que las riquezas, porque Dios traerá bendición y paz.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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