“El que cumple el mandamiento cumple consigo mismo; el que descuida su conducta morirá. Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones.” Proverbios 19: 16-17
La obediencia a la Palabra y los mandamientos de Dios traen beneficios reales y prácticos. Pero el que menosprecia las leyes de Dios, morirá. Abandonar la sabiduría de la Palabra y vivir haciendo sólo lo que complace los instintos humanos es invitar a la muerte: “Y cargará con su culpa, por haber despreciado la palabra del Señor y quebrantado su mandamiento. “ Números 15:21
“Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones.” Éxodo 20:6. Todo lo que Dios ofrece es incalculable a quienes le obedecen: “Y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
Estos textos me hacen recordar al joven rico, él en verdad estaba impresionado con las enseñanzas de Jesús, entonces antes de convertirse en su seguidor le hizo preguntas: Maestro bueno, ¿Qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
Al parecer este joven había guardado los mandamientos, pero quería saber qué buena obra o noble acción podía hacer para tener la vida eterna. Entonces el Señor lo amó porque demostró ser un muchacho fiel a la Ley mosaica, había guardado todos los mandamientos, sin embargo Jesús conocía su corazón.
Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
El llamado a abandonar todo y seguir a Jesús es un llamado a poner a Dios primero en todas las cosas. El joven rico no estaba dispuesto al sacrificio de entregar algo suyo, para ayudar a los necesitados. Para este joven las riquezas valían toda su vida porque las había puesto en su corazón. El dinero era su dios; tan joven y sin embargo el egoísmo ya gobernaba su vida, era culpable de idolatría. Es por esto que Jesús, conociendo su corazón, le pidió que renunciara a sus posesiones.
Este joven pensaba que estaba siendo justo en guardar los mandatos pero falló en el primero: No amaba a su prójimo pobre como a sí mismo.
El que tiene piedad de los pobres presta al Señor dice el Proverbios, quiere decir que un creyente, cuyo corazón está lleno de compasión por los pobres, y cuyas manos distribuyen para sus necesidades, desde un verdadero principio de amor y caridad y con una mirada a la gloria de Dios, y no desde cualquier principio egoísta y con un fin; el regalo de tal hombre a los pobres es un préstamo al Señor; no es un regalo sin retorno, sino que es un "inversión" en las manos de Dios, y será devuelto con ventaja.
Recuerdo mucho a mis padres por la generosidad que tenían con todos, desde el desayuno que se daba a los niños de la Escuela Dominical de nuestro viejo Barrios Altos, hasta la provisión que compartían con todo el que necesitara. A veces mi esposo y yo pensamos que las bendiciones que recibimos es la cosecha y resultado de lo que dieron nuestros padres, como siervos de Dios. En verdad compartir con el que no tiene produce frutos benditos.
Guardar la ley de Dios en nuestros corazones debe ser nuestro objetivo constante, conocer la voluntad de Dios: las palabras que Él ha hablado, los mandamientos que Él ha dado, deben recordarse constantemente y convertirse en el tema principal de nuestros pensamientos. Esto incluye tener piedad de los pobres y demostrar que lo hacemos atendiendo sus necesidades (porque esto está implícito en el proverbio) es ser como Dios.
En la Biblia leemos que Dios alimentó a los hambrientos haciendo muchos milagros, pero ahora ha confiado este deber a su iglesia amada. Ahora Él no hace llover pan del cielo para alimentar a sus hijos, pero espera que aquellos que somos sus discípulos, a quienes nos ha dado más que suficiente de las cosas buenas de este mundo, lo hagamos por Él, por eso podemos considerar este acto como un préstamo a él mismo. Nuestro Padre tiene la suficiente riqueza para darnos la garantía de que Él pagará con intereses.
La mejor y gran recompensa será en la “resurrección de los justos ” Lucas 14:14, en aquel día cuando el Rey dirá: “ Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis; desnudo y me vestisteis ” Mateo 25:34 ; Mateo 25:36.
Estos días hemos sido testigos de las consecuencias del ciclón que azotó el Perú, hay personas que lo han perdido todo, hagamos práctica esta enseñanza divina y ayudemos a tantos hermanos que esperan nuestra ayuda.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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