“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado. Los soberbios se burlaron mucho de mí, mas no me he apartado de tu ley. Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos, y me consolé. Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley. Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero. Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, y guardé tu ley. Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos.” Salmo 119: 49-56
¿Alguna vez has hecho una promesa que no has cumplido? ¿Alguien que te prometió lealtad te falló? Hay personas que asumen muchas promesas, quizá con buenas intenciones, pero no saben si en realidad están en condiciones de cumplir sus votos. Espero que este devocional nos haga reflexionar sobre las promesas que no hemos cumplido porque la persona que sufre la traición de un voto incumplido guarda un dolor difícil de curar.
El argumento que levantan los incumplidos es que fueron otros los que fallaron. La realidad es que hay personas que hacen promesas pero ponen una condición para cumplirlas, por ejemplo en cuanto a la lealtad a alguien que se ama, si en su parecer, no se ha respetado el acuerdo, la persona ha cambiado, ya no le es tan confiable como antes, entonces no tienen una obligación de cumplir lo prometido.
Pero antes de hacer una promesa, sobre todo si eres un cristiano, debes tener una gran sumisión a Dios, ya que implica tomar una decisión acerca de lo que vas a hacer en un futuro cercano o lejano (en modo de promesa) y comprometerte con ello. Lo que sucederá en torno a esta promesa, de cumplir algo no lo podemos prever, por eso es que la fidelidad a Dios es tan importante. No importa lo que suceda, sea bueno o malo, la fidelidad lleva a cumplir lo prometido.
Quizá para algunos este tema de las promesas sea algo sin valor, por eso cada vez los votos son palabras que se lleva el viento, o como un contrato hecho sobre papel mojado.
Si prometo algo es porque amo a la persona que juro defender, proteger y cuidar. Desgraciadamente nos golpea una triste realidad, que también el cariño es desechado como basura que nunca costó nada.
Los padres prometen a los hijos, los esposos a sus esposas, los amigos a sus compañeros, los trabajadores a sus jefes, etc. Y todas las promesas rotas marcan con huellas dolorosas a la persona traicionada, no importa cuán pequeña sea la promesa o cuán inocente sea el niño que oye de su padre un compromiso.
Seguramente recordarán que siendo niños teníamos que recordar a mamá: “Mami recuerda que me prometiste que iríamos a jugar cuando acabes de hacer las cosas de casa” o lo que le hacías recordar a tu papá: “Papi, recuerda que me prometiste que me comprarías unos zapatos de charol negro”. En esa época era normal “hacer recordar” las promesas, porque la confianza en ellos nos aseguraba que cumplirían si o si.
Esta porción del salmo 119 es la oración de un hijo que le dice a su Padre celestial:
“Acuérdate de las promesas que me hiciste”
“Estas promesas me dan consuelo”
“Cuando las recuerdo siento que vuelvo a vivir”
“Los malvados creen que no vas a cumplir, pero estoy aferrado a tus promesas”
“Vuelvo a recordar tus promesas y me alegro y canto con esperanza”
“Se que seré bendecido tal como me has prometido”
El salmista nos da luz sobre la esperanza que todo creyente debe tener de que Dios cumplirá todos sus promesas. Si mi hermano, quizá hubieron más de uno que no cumplió con todas sus promesas, pero tienes un Dios y Padre que te ama, nunca te ha dejado y si te acercas confiado a su Palabra te repetirá sus promesas y las cumplirá en su tiempo perfecto.
Como cristiana, no tengo otra fuente de esperanza; no aprecio otra esperanza. La palabra de Dios es mi único fundamento de confianza, se que mi Padre cumplirá porque no me ha olvidado. Personas, amigos, compañeros, pueden fallar, olvidar lo que me prometieron, pero Dios nunca olvida, Dios nunca falla.
“Y todas las promesas que Dios ha hecho se cumplen por medio de Jesucristo. Por eso, cuando alabamos a Dios por medio de Jesucristo, decimos, Amén”. 2 Corintios 1:9
“Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.” Hebreos 10:23
“Reconoce, por tanto, que el Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos.” Deuteronomio 7:9
Comencé esta meditación hablando sobre la fragilidad que tenemos los seres humanos para fallar a las promesas que hacemos, a raíz de esta debilidad hay muchos corazones heridos, pero como hijos de Dios debemos poner este ejemplo como una meta, cumplir con las promesas, ser fiel a tus compromisos no sólo a Dios sino también a las personas que vieron en tu promesa una esperanza de fidelidad, provisión y amor.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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