“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” Efesios 6: 13-17
La armadura espiritual no está diseñada para la exhibición, o como los adornos que se cuelgan en algunas casas, sino para el uso, y por lo tanto hay que ponérsela cada día. Pero debe tenerse mucha precaución de usarla completamente porque si hay una parte de ella que se queda sin usar, es muy probable que perdamos la batalla contra el enemigo.
Esto me recuerda a la leyenda del talón de Aquiles, este mito de Estacio dice que cuando Aquiles nació, su madre Tetis intentó hacerlo inmortal sumergiéndolo en el río Estigia. Sin embargo, aunque su madre trató por todos los medios de ser meticulosa, cuando lo sostuvo por el talón derecho para sumergirlo en la corriente, ese preciso punto de su cuerpo quedó vulnerable, siendo la única zona en la que Aquiles podía ser herido en batalla.
Así que Aquiles aunque fue el gran vencedor de tantas batallas en la Guerra de Troya, murió a consecuencia de una flecha disparada por su enemigo París, la flecha envenenada entró por el talón, justamente en su área débil, su único punto mortal. De aquí nace por lo tanto la expresión popular “el talón de Aquiles”, que se refiere al punto débil de un individuo, cosa, organización o proyecto.
Me imagino al apóstol Pablo como un guerrero de fe que había enfrentado muchas batallas espirituales contra poderosos enemigos por eso, nos exhorta a vivir nuestra fe con conciencia de estar alertas y bien escudados con la armadura de Dios:
¡Manténganse alerta! Que la verdad y la justicia de Dios los vistan y protejan como una armadura. Compartan la buena noticia de la paz; ¡estén siempre listos a anunciarla! Que su confianza en Dios los proteja como un escudo, y apague las flechas encendidas que arroja el diablo. Que la salvación los proteja como un casco, y que los defienda la palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo.
El cinturón de la verdad. El cinturón protegía el abdomen del soldado y sostenía sus demás prendas para que pueda luchar eficazmente. Esta parte no era un adorno del soldado, sino una parte esencial de su equipo. Ponerse el cinturón preparaba para la acción. El cinturón de la verdad para nosotros es tener bien puesto los fundamentos sobre el que basamos nuestras creencias: las doctrinas básicas de la fe que están en la Palabra de Dios.
La coraza de justicia. La justicia es como una coraza que nos da protección a los órganos más vitales. No podemos luchar contra enemigos espirituales con nuestras propias armas, nuestra justicia es carnal, pero la justicia recibida por la fe en Jesús nos hace sus hijos y por lo tanto recibimos su ayuda. La coraza de la justicia es nuestra mejor defensa contra el sentimiento de depresión espiritual y tristeza que viene contra nosotros.
El calzado del evangelio de la paz. Los zapatos usados por los soldados del Imperio Romano eran llamados caligae. Por favor no se imaginen unas sandalias playeras, porque así no eran estos zapatos de los soldados, estos zapatos estaban hechos de tres cepas de cuero, las cuales se levantaban y ataban alrededor del tobillo. El caligae ayudaba a proteger contra ampollas y enfermedades del pie. Pero también tenían pequeños clavos de fierro en las suelas de los zapatos con el fin de darle al pie firmeza en terrenos irregulares. La comisión que Jesús le dio a sus discípulos, cuyos pies debían estar firmemente establecidos en el evangelio: fue que las buenas noticias de su futuro reino debían ser compartidas y difundidas.
El escudo de la fe. La fe es representada por un escudo que nos protege de los dardos de fuego del maligno, nuestro enemigo usa todo su poderío para debilitarnos a través del miedo y la incredulidad. El escudo que Pablo describe no es pequeño y redondo, sino el escudo grande y alargado que podía proteger todo el cuerpo. En la guerra antigua, estos dardos de fuego se lanzaban en gran número al comienzo de un ataque. La idea no era solo herir al enemigo, sino dispararle por todos lados con una gran cantidad de flechas y así confundir y asustar. Como cristianos debemos usar toda la vestimenta completa pero además protegernos con la fe en Cristo.
El yelmo de la salvación. Este era una gorra de cuero tachonada con metal para mayor resistencia. El yelmo de la salvación nos protege contra el desánimo, contra el deseo de rendirnos, dándonos esperanza no solo en saber que somos salvos, sino en que seremos salvados. Es la seguridad de que Dios triunfará.
La espada del Espíritu. El Espíritu no sólo inspiró las Escrituras, sino que también hace que cobren vida para nosotros. La espada es un arma tanto ofensiva como defensiva, puede ser usada para protegerse uno mismo del daño o para atacar al enemigo y vencerlo. Cuando leo la Palabra recibo exhortación, enseñanza clara, advertencia y ejemplo de cómo debo vivir mi vida como hija de Dios, pero también es la espada que me permite levantar contra cualquier mentira del diablo, todas las mentiras caen ante las promesas de Dios.
La vida cristiana no es una vida de completo sosiego y tranquilidad plena, no es como estar recostado en una playa tomando una bebida helada, nuestra primera lucha espiritual es con nosotros mismos, la verdad es que puedes tener más de un "talón de Aquiles", que quizá no esté en tu pie, sino en tu carácter, tus pasiones, tus deseos y motivaciones escondidas, mejor dicho en tu corazón, por eso debes vestirte con la armadura completa para que ninguna flecha envenenada sea clavada en tu talón de Aquiles y provoque tu fracaso espiritual.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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