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Foto del escritorIB La Molina

¡Cuánta oración necesita nuestra nación!

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.” Santiago 5: 16-20


¡Cuánta oración necesita hoy nuestra nación! Santiago va terminando su carta escribiendo sobre la obligación que tienen los cristianos de orar por el abatido, por los que padecen enfermedad, y por los pecadores. Pero no sólo nos dice que intercedamos, sino que nos da las pautas para que este clamor sea eficaz.


¿Alguna vez has orado y sentido que no pasó nada, o que a Dios no le pareció imperiosa tu preocupación?


Muchas de nuestras oraciones no son eficientes debido a que no oramos como debemos. Si alguien te pide que pidas, por ejemplo, por un familiar contagiado por covid19, y recibes ese pedido con una actitud tibia, como si nada se puede hacer, o intercedes por cumplir, o le pides a Dios que se encargue de algo del cual, no estás comprometido, o no te preocupa mucho.



No estoy diciendo que Dios sea un Rey que quiere castigar a la humanidad y por eso debemos persuadirlo que no sea intolerante, Dios no quiere hacer sufrir a las naciones. Pero si creo en la Palabra que afirma que si oramos, Él actuará en favor de aquellos que necesitan perdón, salvación, provisión y cuidado.

La oración también se hace eficaz cuando el intercesor es una persona que teme a Dios y guarda tiempos de comunión íntima con el Señor. ¿Un ejemplo? Santiago nos trae a Elías.


De niñita aprendí un corito que cantaba con alegría: “Si comenzamos a orar temblará este templo, si comenzamos a orar, cambiaremos vidas, Elías oró, y el fuego descendió. Josué oró y el sol paró.” En efecto estos héroes fueron campeones de la oración, pero si Dios les oyó y cumplió sus pedidos no fue por la perfección de vida que ellos mostraron, sino por su oración eficaz.


Elías era hombre sujeto a pasiones similares a las nuestras. Pero es un modelo de un orador ferviente al que Dios contestó.


¡Su efectividad en la oración se amplió aún en el clima! Pero esto muestra que el corazón de Elías estaba en sincronía con el corazón de Dios. Él oró para que la lluvia se detuviera y comenzará, debido a que en su corazón sintió que Dios estaba tratando con Israel de esta forma.


Elías oró fervientemente, esto significa que oró con oración.


Santiago nos da un detalle que quiero recalcar, nos dice que Elías fue un hombre con pasiones (fervores, arranques, emociones fuertes, debilidades) semejantes a las nuestras, pero Dios lo oyó, si mi hermano, Dios te oye, Dios también me oye, podemos ser hombres y mujeres semejantes a Elías y ver milagros del Poder de Dios.


Si oras, debes hacerlo comprometido, debes hacerlo, fervientemente, debes clamar con amor.


Hay una bendición para aquél que ama a su hermano y le confronta, y a quien le hace volver del error de su camino. Hay bendiciones para quienes oran con amor y perseverancia por aquellos hijos pródigos que se han perdido buscando la risa en vez de buscar el gozo en el Señor. Él que intercede puede salvar de muerte un alma y cubrir multitud de pecados.


Santiago empezó hablando en su carta sobre los peligros que ocurren dentro de la iglesia, y ya terminando nos anima a ayudar a quienes se han apartado de Dios. En realidad eso trató de hacer en todo este libro, desafiar a aquellos que se han extraviado de una fe viva, tratando de salvar sus almas de la muerte, al demandarles que no solamente escuchen la palabra, sino que la practiquen, debido a que una fe viva tendrá sus pruebas, pero si sigues creyendo, verás a Dios actuar.


Gracias por haberme acompañado en este desafío de meditar en Santiago.


Con amor

Martha Vílchez de Bardales

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