“La mujer ejemplar es corona de su esposo; la desvergonzada es carcoma en los huesos.” Proverbios 12:4
El lugar de la mujer es importante; Dios lo ha hecho así, y la ha hecho apta para cumplir propósitos dignos de honor. El hombre, aunque hecho con un diseño perfecto, no estaba completo hasta que consiguió a la mujer como ayuda. Ella se convirtió en la culminación de su capacidad y título, se convirtió en su corona.
Como Dios me permitió nacer en una familia compuesta de siete hermanos mayores, siempre estuve contenta con mi posición de mujer y hermana menor, no traté de competir con ellos en cuanto a fortaleza, inteligencia o talentos, la Palabra de Dios me enseñó desde muy pequeña que ser mujer era un alto honor.
Una esposa que teme a Dios tiene virtudes que pueden alegrar a toda su familia, la nobleza, amabilidad, diligencia y amor con el que cumple sus tareas le hace a un esposo estar agradecido por la bondad de Dios al haberle concedido esta compañera. Pero una mujer odiosa avergüenza a su marido y lo mata lentamente con su egoísmo, terquedad, necedad o infidelidad.
En Proverbios 11:16 también dice: “La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos solo ganan riquezas.” Una mujer bondadosa es quien tiene la gracia de Dios sobre su vida, así que sus expresiones visibles son la mansedumbre, modestia, prudencia y sabiduría, virtudes que son evidentes y bendicen a quienes la conocen.
Si una mujer conoce su posición delante de Dios, y por eso vive con el fundamento del temor a Dios, ella ganará su camino. No necesitará vestirse de realeza, o usar los elementos que el mundo ofrece para sentirse realizada o ganar respeto. No necesitará gritar sus derechos, no buscará sentirse superior a un hombre, no se sentirá humillada con la sumisión bíblica, ni tampoco exigirá tanto como lo dice Proverbios 30:15. “La chupasangre tiene dos hijas: una se llama “Dame”, y la otra, “Dame más”. Es amiga del que ama el dinero, pues éste siempre quiere más.”
La mujer que es corona de su marido, es honrada porque conoce su papel de ayuda idónea, no busca dirigir como si fuera la reina que ordena y exige respeto.
Pero qué horrible contraste con la mujer que es carcoma en los huesos. ¡La mujer que avergüenza es como podredumbre en sus huesos! La imagen es espantosa, pero está tomada de la vida real. En muchos sentidos, la mujer, cuando no es virtuosa, avergüenza al hombre. Cuando es ociosa, derrochadora en el manejo de su economía, llamativa y cara en sus gustos, chismea y le gusta reunirse para criticar a otros, es orgullosa, infeliz, quejumbrosa, sarcástica, mentirosa y exagerada, egoísta y vanidosa.
Cuando el espíritu inmundo en cualquiera de estas formas posee a la mujer, se las arregla para penetrar en todas partes y envenenar todo. La mujer es el elemento mismo del hogar, donde viven y se mueven todas sus relaciones y afectos; cuando ese elemento está contaminado, la corrupción cual cáncer se extiende y contamina todo.
El Hacedor de todas las cosas tomó la medida de la necesidad del hombre, y constituyó a la mujer en un complemento adecuado. Esta es la parte de Dios, y nuestra tarea es obedecer la Palabra para ser la mujer virtuosa que es corona de su esposo.
Creo que ninguna mujer que ama a Dios quiere a propósito avergonzar a su familia o hacerla infeliz, por eso debemos evaluar siempre nuestra conducta a la luz de la Palabra. Porque ser como carcoma en los huesos de nuestro esposo es quitarle la vida y la felicidad en lugar de darla.
¿Crees que hay esposas carcoma entre los creyentes? Si ella demanda que toda la atención sea para ella y por eso su esposo se dedica a servirla a ella a tiempo completo, en lugar de servir a Dios, si ella pone otras prioridades como tiempo en familia, vacaciones, trabajo, amigos, y no hace nada para alentar a su familia a servir a Dios puede ser alguien que está alejando a sus amados de entregarse al Señor. Un matrimonio que no sirve a Dios por encima de sus propios intereses personales y de pareja, acabará en tragedia.
Gota a gota, la mujer carcoma, va sutilmente colmando el vaso de la paciencia de su esposo con comentarios pequeños, como “todo lo haces tú” “deja que otros lo hagan” “yo también necesito de ti” “tus hijos te necesitan” y otras muchas palabras parecidas de ponzoñosa sutilidad.
Finalmente, este hermoso texto nos arrincona para tomar decisiones en el Señor, ¿Carcoma o corona? “La riqueza del sabio es su corona; la pobreza del tonto es su estupidez.” Proverbios 14:24
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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