“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” Efesios 5:1-2
Imitar significa reproducir o intentar hacer alguna cosa que otro ya ha hecho, y en este texto Pablo nos pide que imitemos a Dios. De pequeño quizá trataste de imitar a alguien que admirabas, a tu papá, o a un maestro del colegio, después en la adolescencia, a un cantante o un deportista, quizá de joven y con más pies sobre la tierra procuraste imitar algunos rasgos de algún sabio o político de moda, pero sinceramente, alguna vez has intentado ¿imitar a Dios?
Si tratamos de imitar la paciencia de Dios, nuestra naturaleza y carácter harían catarsis, si tratamos de ser siempre fieles con nuestro prójimo, algún gesto traicionero de esa persona nos haría olvidar toda tolerancia, si quisiéramos ser santos como Él es Santo, aparecía sin querer el orgullo de sentirse superior, y entonces ¿Qué nos queda para imitar? Pablo escribe inspirado por Dios, así que sabe de qué pie cojeamos, intuye nuestras limitaciones y dice: Imita su amor, camina en su Amor.
El amor es el rasgo, el único en el que, hablando con precisión, un creyente puede imitar a Dios. Con razón a veces me cuesta ser sumisa a su voluntad, cuando las cosas no son como las planee, con razón a veces, me cuesta alegrarme y llenarme de gozo cuando estoy sufriendo, con razón a veces, me cuesta tanto obedecer porque quiero entenderlo todo primero. Y con razón a veces, cuando quiero sujetarme a su autoridad y perdonar como Cristo perdona, siento que tengo una lucha interna que grita pidiendo primero justicia.
Entonces ¿Cómo puedo imitar a Dios si es tan difícil aproximarse a su perfección? Pues por medio del amor.
Es que si te pones a pensar en cuánto te ama Dios, el sentido de ese amor, te hará amar, nada ni nadie más hará que ames tan profundamente, que saber que Dios te ama por completo. El amor es el único poder que romperá tu egocentrismo, terquedad, orgullo, vanidad, cólera, sufrimiento o falta de perdón. El amor de Dios es el único ingrediente que puede eliminar nuestra tendencia natural de ser creyentes carnales.
El amor engendra amor, y según Pablo, Juan, y según el Maestro de ambos, si un hombre ama a Dios, lo imita amando a su prójimo como así mismo.
Dios nos ha puesto una tarea grande: “sed, pues, imitadores de Dios”. Pero aquí no termina el pedido sino que añade: “Y anden en amor.”
Te comparto una manera práctica de cómo imitar a Dios en cuanto al amor:
Imita lo que Dios hace con amor.
Comprende porque lo hace de esa manera.
Practica la manera cómo lo hace.
Imita lo que Dios hace con amor: Porque Dios busca la paz y el bien de todos (Salmo 122:8-9). Porque Dios cubre las faltas (Proverbios 10:12) Porque Dios no se acuerdes de las deslealtades nuestras (Isaías 43:25) No permitirá que nada te separe de Él (Romanos 8:39)
Comprende porque lo hace de esa manera: Porque Dios lo hace todo por amor (Isaías 48:11) Lo hace por amor a su Nombre (Jeremías 14:7) Lo hace por su gran misericordia (Jeremías 31:3) Lo hace porque entregó a su Hijo por nosotros (Romanos 5:8)
Practica la manera cómo lo hace: Amando a quienes te desprecian (Lucas 6:27) Guardando sus mandamientos (Juan 15:10) Dando la vida por los amigos (Juan 15:13) Ama de verdad, sin fingimiento (Romanos 12:9) Todo lo que hagas hazlo con amor (1 Corintios 16:4)
Mientras más textos encuentro sobre el Amor de Dios más entiendo cómo es de grande, cuán inagotable y profundo es, pero también casi cada verso nos pide que lo imitemos en amar como Él nos ama.
Este versículo es tan claro para mi, el Señor no me está pidiendo que me quede en la pura admiración, o que sólo contemple su inmenso amor y me ponga a adorar, Él te pide a ti y a mi: Conviértete en un imitador porque eres amado, responde a ese amor y camina en amor. ¿Lo harás?
No sé qué circunstancia estés viviendo en este momento, pero Dios te cubre de amor, imítalo también dando amor.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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