"Hijo mío, nunca olvides las cosas que te he enseñado; guarda mis mandatos en tu corazón.
Si así lo haces, vivirás muchos años, y tu vida te dará satisfacción. Hijo mío, no pierdas de vista el sentido común ni el discernimiento. Aférrate a ellos, porque refrescarán tu alma; son como las joyas de un collar. Te mantienen seguro en tu camino, y tus pies no tropezarán. Puedes irte a dormir sin miedo; te acostarás y dormirás profundamente. No hay por qué temer la calamidad repentina ni la destrucción que viene sobre los perversos, porque el Señor es tu seguridad. Él cuidará que tu pie no caiga en una trampa. No envidies a las personas violentas ni imites su conducta. El Señor detesta a esa gente perversa; en cambio, ofrece su amistad a los justos. El Señor maldice la casa del perverso, pero bendice el hogar de los justos." Proverbios 3:1-2, 21-23, 31-33
A veces los padres creemos que basta con enseñar una vez y es suficiente, quizá olvidamos que cuando teníamos la edad de la inmadurez, olvidábamos fácilmente las advertencias que nos dijeron con amor al oído.
El Libro de Proverbios atesora en sus capítulos consejos de un padre y madre a su hijo amado, y debemos prestar atención cómo le da cada enseñanza, cuidando no olvidar cada detalle que lo puede hacer caer. Pero sobre todo le pide que no olvide las cosas que le ha enseñado. Escuchar la sabiduría no es suficiente, debe ser recordado y aplicado. La instrucción sólo tiene valor cuando se retiene y se pone en práctica.
¿Han oído el dicho: “Te entra por un oído y te sale por el otro”? Más de una vez escuché esa reprimenda. Para que esto no suceda debemos como padres repetir la enseñanza apelando al corazón del hijo para que no olvide lo que se le aconseja con amor. “Así que debemos prestar mucha atención a las verdades que hemos oído, no sea que nos desviemos de ellas.” Hebreos 2:1
Me puse a averiguar un poco más sobre el olvido que sufren sobre todo los adolescentes y jóvenes. Y encontré que las neuronas de las generaciones más jóvenes siguen siendo tan capaces de hacer su labor como las de generaciones pasadas. Sin embargo, los expertos en neurología aseguran que la memoria se desvanece cada vez más deprisa ante las heridas causadas por una dañada salud mental y un mundo digital que obliga a vivir a un ritmo vertiginoso.
Quiere decir que nuestro trabajo de hacer recordar las cosas a nuestros hijos empieza en no dar consejos rápidos, recomendaciones dichas al vuelo, advertencias con gritos, sugerencias dichas sin fundamento, o dirección sin amor. Para hacer que las enseñanzas queden grabadas en el corazón de los hijos deben ser dichas con tiempo, mirándolos a los ojos, buscando satisfacer sus dudas, dándoles ejemplo con nuestra propia experiencia, que nuestros fallos sucedieron por no obedecer y en cambio los aciertos sólo sucedieron cuando aplicamos las verdades de Dios.
“ Hijo mío, nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón.” Proverbio 3:2
Quiere decir que los Proverbios nos enseñan claramente cómo debemos enseñar a nuestros hijos y cómo ayudarlos a recordar las cosas que los ayudarán a vivir bien. Por favor toma nota de las cosas que deben quedar grabadas en el corazón de tus hijos y las cosas que jamás deben olvidar.
¿Qué es lo que no debe olvidar?
Confía en el SEÑOR totalmente, no en tu propia experiencia.
Ten en cuenta a Dios en todo lo que hagas, y él te ayudará a vivir rectamente.
No te creas más inteligente que los demás; respeta Dios y aléjate del mal.
Honra al SEÑOR con tus riquezas, dale lo primero a Dios.
No rechaces la disciplina del SEÑOR, ni te enojes cuando te corrija.
Conserva el buen juicio y no pierdas de vista la discreción.
Si puedes hacer un favor a quien lo necesite, no te niegues.
No hagas planes contra tu semejante, que vive confiado junto a ti.
No envidies al violento, ni elijas ninguno de sus caminos.
Se sabio y serás digno de respeto, porque los brutos sólo merecen deshonor.
Consejos que nos sirven a nosotros para seguir madurando como hijos de Dios, y enseñanzas que formarán una generación de siervos de Dios.
Con amor:
Martha Vílchez de Bardales
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