“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas. Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor. Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová.” Jeremías 31:3-4;13-14
El gran mensaje de Dios para Israel era una garantía de su amor. A pesar de que nunca fue una nación consagrada a la obediencia al Señor, sin embargo el amor de Dios no cambió por ellos. El Amor de Dios es un amor eterno. Ellos estaban a punto de romperse por la angustia y el miedo, pero este capítulo es una caricia que trajo esperanza a la nación y también a nosotros, sus hijos. No hay razón para temer, cuando sabes que Dios te cubre con amor.
Israel tenía que recordar que durante cuarenta años Dios alimentó a su pueblo en el desierto, también debían reconocer que los egipcios pudieron haberlos matado fácilmente cuando empezaron a salir de sus tierras, sino hubiera sido por la protección de Dios. ¡Hubieron tantas señales del amor eterno de Dios!, sin embargo el profeta tuvo que recordarles todo en detalle para confortar sus corazones. Qué fácil la mente de los hombres olvida los beneficios recibidos.
Saco una enseñanza maravillosa de este capítulo porque cuando somos probados, cuando la desesperación se presenta ante nuestros ojos, cuando nuestras propias dudas nos quitan el consuelo, tenemos que correr a leer las maravillosas palabras que hablan del amor eterno de Dios a sus hijos.
“Con amor eterno te he amado y por eso te sigo mostrando mi fiel amor.”
Las personas más cercanas, los amigos más fieles, aún la familia de sangre, procuran ser leales, ellos prometen ayudarte y comprenderte cuando estás en dificultad, pero no siempre pueden estar atentos a tu necesidad, es por eso que pareciera que el amor prometido se disipa justo cuando más lo necesitas, Israel buscaba socorro en las naciones vecinas creyendo que el socorro de esos aliados serían más valiosas que la mano de Dios, leo con atención este capítulo y reconozco que sólo Dios muestra ese amor eterno y perfecto, porque nunca deja de seguir nuestros pasos, nunca cesa de darnos amor, lo prolonga, es decir lo ensancha, lo alarga, lo amplía, lo hace crecer, extender y durar. Así de perfecto es su Amor.
Recuerden que Jeremías dijo estas palabras durante el largo período de prueba de la nación, setenta años, por eso el objetivo era animar al pueblo porque seguramente muchos habían perdido la fe por no ver los milagros inmediatos a los que estaban acostumbrados.
Desde que empezó la pandemia en nuestros países hay mucha gente que también se ha olvidado de las muestras de la misericordia de Dios, y encima como aparecen nuevas cepas y las muertes y la plaga continúa tocando cada hogar sin permiso, los cristianos también han permitido que sus corazones se enfríen.
Parece que la enfermedad y el mal prevalecen y por eso algunos afirman que no hay esperanza, no hay remedio, ya es tarde, nadie puede ayudar, les falta leer este capítulo hermoso de Jeremías y hacerlo suyo, yo quiero tomar esta parte hermosa:
“Aún te edificaré, y serás edificada, todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas.”
La alegría se opone al dolor, la esperanza hace retroceder el miedo, las fuerzas de Dios levantan al caído, renuevan el alma del creyente, lo hace alabar con fe. Si la promesa de Dios afirma que a pesar de la enfermedad, me volverá a edificar, adornar y hacer cantar, ¡Yo le creo!
La misericordia de Dios no se desvanece nunca, el amor de Dios crece a pesar de la ingratitud y la indiferencia, Él envió a su Hijo para que tu y yo recibamos perdón, gracia y un nuevo nacimiento, acércate al Señor en oración, sus oídos están atentos y su voz para decirte: Te amo.
Gracias por seguir cubriéndonos de oración, mi Deborita está mejor, sentimos sus oraciones de amor.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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