“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. No me senté en compañía de burladores, ni me engreí a causa de tu profecía; me senté solo, porque me llenaste de indignación. ¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables? Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.” Jeremías 15:16-21
Jeremías era un profeta impopular, desde el rey hasta el más sencillo de sus paisanos lo miraban con fastidio, como si fuera un estorbo, es más les parecía que ellos estaban tranquilos hasta que venía Jeremías provocando problemas. A pesar que él amaba tanto a la nación y demostraba su cariño con lágrimas en los ojos, no podía dejar de entregar los mensajes divinos, y esto le causaba ser visto con tanta antipatía.
En esos momentos, cuando sentía el rechazo de todos, cuando la gente lo consideraba conflictivo, confrontativo, incoherente y divisionista, él encontró en Dios su único apoyo:
"¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he dado ni tomado en préstamo y, sin embargo, todos me maldicen." 15:10
Este verso lo puedo traducir como: "¡Pobre de mi! ¿Por qué tuve que nacer? Soy lo peor que existe, por eso no le caigo bien a nadie, aunque no he pedido dinero prestado, ni le he dado dinero prestado a nadie para que me pague con intereses y sin embargo todos me maldicen".
¡Y todo por hablar las Palabras que puso Dios en su boca! En ese tiempo difícil para el profeta, sólo recurrir a la Palabra de Dios era su fuente de paz y esperanza..
“Son tus palabras las que me dan ánimo y consuelo; ellas son como alimento para mi vida desesperada, traen alegría a mi corazón triste y me deleitan. ¡Qué orgulloso estoy de contribuir para que tu nombre se vuelva más famoso, oh Señor de los ejércitos!”
Jeremías sólo recibía reproches de sus hermanos, aunque él nunca odió a nadie, aunque sólo buscó el bien de su pueblo, ellos lo despreciaron, sin embargo, el profeta siempre cumplió su deber. Me pregunto y ¿Cómo hizo para perseverar con una gente tan ingrata? La respuesta está en su comunión con Dios:
“Cuando descubrí tus palabras las devoré; son mi gozo y la delicia de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, oh Señor Dios de los Ejércitos Celestiales.”
Jeremías encontraba en la meditación de la Palabra de Dios la alegría de obedecer, su corazón se llenaba de emoción cuando el mensaje de Dios entraba en su alma, de inmediato necesitaba obedecer, quizá por eso era odiado por el pueblo, ¿Por qué nadie lo entendía? porque nadie tenía la relación sincera que Jeremías tenía con Dios.
De ahí entonces era que él era odiado por todo el pueblo, porque él trabajó para obedecer desde el corazón y con sinceridad el mandato de Dios, y para realizar el oficio que le había sido encomendado.
Cuando leo la Palabra encuentro refugio, seguridad, ánimo, restauración, perdón, disciplina, gozo, esperanza, defensa, libertad, fuerzas y sobre todo amor. Aprendí a amar la Palabra desde pequeña, le doy gracias a mis padres por enseñarme que no hay nada más valioso que ella.
Comer la Palabra es meditar en ella, grabarla en mi mente y corazón para encontrar las fuerzas que me ayudarán a obedecer lo que el Padre pide, aunque al hacerlo sea impopular. Mi oración es que te deleites cada día de esta gracia maravillosa, leer y compartir el mensaje de Dios.
Con amor
B. Martha Vílchez M. de Bardales
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