“Recuérdales a todos que deben mostrarse obedientes y sumisos ante los gobernantes y las autoridades. Siempre deben estar dispuestos a hacer lo bueno: a no hablar mal de nadie, sino a buscar la paz y ser respetuosos, demostrando plena humildad en su trato con todo el mundo.” Tito 3:1-2
Continúo con los devocionales sobre esta carta de Pablo. El apóstol siguió instruyendo a Tito para que enseñe a sus oyentes a sujetarse a la autoridad legal y, en general, para que los creyentes den ejemplo de mansedumbre y gentileza hacia toda clase de hombres.
Pero si vemos nuevamente en contexto histórico en el que se escribió esta carta, los gobernantes no eran ejemplo de integridad, sin embargo, como cristianos no había excusa, para el apóstol, ser un revoltoso ni agitador social.
Los que eran cristianos en Creta al principio no se diferenciaban de otros ciudadanos, así que también eran rebeldes, desobedientes e impíos; indiferentes a la ley, le dieron libre indulgencia a sus malas propensiones, entonces, en vez de ser testimonio de integridad, fueron tanto o más subversivos que otros. Pablo les recuerda que fueron redimidos para un propósito mejor.
El designio de Dios al redimirlos, fue que exhibieran toda clase de virtudes.
En estos dos versos hay una clara amonestación para todos los que somos ciudadanos de una nación: Obedecer a los gobernantes. Es decir, obedecerlos en todo lo que no fuera contrario a la palabra de Dios. Por eso dice la Palabra:
“Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él.” Romanos 13:1
Pero Pedro y Juan replicaron:
“¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.” Hechos 4:19-20.
Dispuestos para hacer el bien. Como creyentes y ciudadanos de un País, tenemos que estar siempre dispuestos a hacer lo bueno, estar listos para toda buena obra. Siempre dispuesto a hacer el bien, a ayudar en todo, en la medida de nuestras posibilidades. No debe necesitar que se te obligue, sino que debes estar siempre dispuesto a hacer el bien, considerando un privilegio servir con amor.
No hablar mal de nadie: No está bien comparar, ni menos blasfemar de nadie. No calumniar a nadie. La calumnia, la injuria o la difamación hacen daño. Nunca debemos pronunciar nada que sepamos que es falso acerca de alguien o dar tal colorido a las palabras o conducta como para hacerle daño de alguna manera a esa persona que te fastidia.
No es algo que sea muy frecuente en nuestra sociedad, pero como hijo de Dios tenemos la responsabilidad de tomar la iniciativa, si vemos algo que nos incomoda, debemos orar por quienes nos dirigen. Si alguien te pide que des una opinión de una persona, si te piden declarar, debes decir la verdad, pero nunca con el propósito de hacerle daño, debe ser de manera que no le haga ninguna injusticia. Sin exagerar ni agregar nada.
Esta frase de Pablo entonces nos estimula a:
No exagerar las opiniones que tengo sobre una persona.
No debemos exagerar ninguna circunstancia.
Nunca debemos intentar expresarnos acerca de sus motivos, o acusarlo de malos motivos, porque no sabemos cuáles fueron sus razones.
Nunca debemos resaltar los malos rasgos del carácter de una persona y pasar por alto todo lo que es bueno en su personalidad. En una palabra, debemos mostrar que preferimos encontrarlo como un buen hombre que como un mal hombre, incluso si el resultado fuera que nos hubiéramos equivocado en nuestras opiniones. Es mejor que nos hayamos equivocado, que sea un hombre malo.
Buscar la paz y ser respetuosos. Ser ciudadanos moderados, pacientes y mansos,
mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres: “Dichosos los humildes,
porque recibirán la tierra como herencia” Mateo 5:5. “Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Efesios 4:2
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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