“Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.” Salmo 100:1-5
Este Salmo tan bello es un canto de acción de gracias. Y es una invitación a toda la humanidad de conocer y adorar al único Dios. La mayoría de los Salmos comienza con una declaración del carácter de Dios, pero este Salmo es diferente porque empieza con un pedido que más parece una ordenanza o exhortación divina: ¡Alaben a Dios todos los seres de la tierra!
Cuando venimos ante el altar de Dios la mayoría de las veces, nos presentamos con lamentos, súplicas, remordimiento, y penitencia, pero este Salmo nos dice que Dios prefiere que vengamos alegres. Así como el Señor está atento a nuestras angustias, también quiere sobre todo, que le cantemos con alegría.
El término que es traducido como “alegre” originalmente significa “un grito de alegría”, como el que dan los súbditos leales cuando su rey aparece entre ellos. ¿Quiere decir que Dios quiere que yo esté alegre? ¡Claro que sí! Nuestro Dios está alegre y quiere un pueblo alegre; una iglesia que levante su voz en gratitud porque ha recibido abundante misericordia.
Entonces Dios quiere que nos acerquemos a su altar con risas de júbilo, con gozo y gratitud, pero también nos pide que además de entonar cánticos, le sirvamos, pero no un servicio obligatorio, sino un trabajo con alegría. Esto me hace pensar que cuando servimos en el templo es imposible hacer el ministerio con desgano, mal humor o tristeza. Servir al Señor no es como un trabajo que esclavice o maltrate mi dignidad, todo lo contrario, venir a la Casa de Dios para servir es el mayor privilegio que tenemos los siervos de Jesucristo.
El Salmo también nos dice que al venir a la Casa de Dios debemos venir trayendo cánticos como expresión de gratitud y alegría, así como la naturaleza expresa su alabanza a Dios en el canto de los pájaros, la voz de los árboles, etc. el ser humano hecho a la imagen de Dios, puede alabar con inmensa gratitud porque ha sido redimido de sus pecados.
Al Señor le agrada la alabanza de creyentes que son conscientes de la Presencia de Dios en cada detalle de su vida, la alabanza de quienes reconocen todos los beneficios recibidos, y también le han dado la espalda por su propia voluntad a los ídolos de este mundo. La congregación que alaba así ha rechazado a los ídolos vanos y se entrega con cuerpo y alma para ser un adorador.
“Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos”
Nosotros no nos creamos a nosotros mismos; lo que tenemos no es premio de nuestra valentía ni esfuerzo, todo lo que tenemos y somos, se lo debemos a él. Por eso la iglesia es el Pueblo de Dios. Las ovejas de su prado.
Esta figura es tan hermosa, así como el pastor es dueño del rebaño, así Dios es nuestro dueño; como el pastor cuida su rebaño y lo provee, así Dios nos guarda y provee para nosotros.
Este Domingo nuestra iglesia sigue celebrando con gratitud un aniversario muy especial, porque los dos años de la pandemia y el encierro fueron motivo de crecimiento espiritual, de crecer confiando en el sostén del Padre, por eso ahora podremos entrar por las puertas que conducen a su templo santo y a sus atrios con corazones agradecidos, para ofrecer acción de gracias y alabanza con alegría.
¿Por qué debes cantar?
Porque Jehová es Bueno.
Porque su Misericordia nunca se acaba.
Porque su Verdad durará todas las generaciones.
Si has experimentado estos dos años primeros de la pandemia, el miedo, la incertidumbre, el encierro, las carencias y las pérdidas de seres amados, sabes que a pesar de todo, Dios nunca te dejó sólo. Quizá todavía no has tenido la oportunidad de alabarle con todo el aire de tus pulmones, te invito a cambiar la queja y el lamento por un cántico de adoración.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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