"Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana." Marcos 3: 1-5
El legalismo en época de Jesús era como una camisa de fuerza, los religiosos encerraron el poder, la misericordia y la gracia de Dios y creyeron que eran los únicos que podían interpretar la voluntad de Dios. Esta severidad para encajonar el mensaje sigue siendo un peligro el día de hoy, nuestra oración debe ser que no seamos esa clase de cristianos que miramos a los otros creyentes como si estuvieran mal, como si fueran carnales o peor como si fueran menos que nosotros.
Los religiosos acechaban a Jesús para ver en qué se equivocaba, ya estaban convencidos que tenía poder, que sanaba y perdonaba pecados, que liberaba endemoniados, que predicaba del Reino, pero como no era parte de ellos, como no fue auspiciado por ellos, los despreciaron y buscaron egoístamente el modo de acusarlo.
Podemos terminar cambiando la libertad del Espíritu por la camisa de fuerza del legalismo y la religión, si permitimos que las reglas se vuelvan más importantes que la fe en amor.
Nuevamente estaba Jesús en la sinagoga, como vimos antes, este lugar era sobre todo un centro educativo, y lugar de oración, adoración y compañerismo. Jesús asistía regularmente a la sinagoga; allí estudió los escritos y tradiciones en la escuela de la sinagoga de Nazaret, y participó plenamente de cada reunión de adoración judía que allí se celebraba.
Es interesante también notar que fue en las sinagogas donde Jesús asistió que realizó actos que provocó la indignación de los religiosos, pero no era una provocación como la de alguien que sólo busca molestar, sino de Dios mismo, que intencionalmente iba contra toda tradición oral como por ejemplo, el Talmud.
En este lugar encontró Jesús a un hombre que tenía la mano derecha paralizada, nuestro Señor miraba al débil y lo amaba, pero los religiosos miraban a Jesús sólo con los deseos violentos de atacarlo. Le acechaban, no le quitaban la vista de encima porque buscaban la oportunidad de contradecirlo o peor, hacerlo matar. Los líderes religiosos no tenían compasión por nadie, no sé en qué momento cambiaron la fe en Dios en reglas que los volvieron gente dura e insensible. Ellos ya no conocían el amor de Dios.
Los religiosos sólo vieron en Jesús puros actos de misericordia, pero cerraron sus corazones para no dejarse convencer por ese amor, ellos sabían que si había alguien enfermo, Jesús haría algo por él. Pero en vez de unirse a esa campaña de amor, cerraron más sus sentidos espirituales. Se volvieron más críticos, más tercos, más religiosos.
En estos tiempos de pandemia hay muchos creyentes que han dudado de la misericordia de Dios, que se han decepcionado tanto al perder familia, trabajos, y oportunidades, que por eso han abandonado la fe, están enfermos, tienen parálisis espiritual, o están con algunos de sus miembros paralizados. A ellos debemos mirarlos con el puro amor y perdón de Dios.
Jesús vio dos tipos de personas, uno en necesidad y los otros acechadores listos a acusar. ¿A quién habló primero? Habló primero al que tenía necesidad: “Levántate y ponte en medio” Jesús quería que todos lo vieran. Entonces, le hizo la pregunta a los legalistas: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?
Los rabinos tenían la tradición oral bien desarrollada (Talmud) a partir de la cual interpretaban la Ley mosaica, ellos hacían interpretaciones muy rígidas de lo que en día de reposo era legal o no. Por una emergencia, uno podía atender a una persona herida, pero no mejorar su condición.
Jesús tuvo misericordia del enfermo y le dijo: “Extiende tu mano” Recuerden que su mano estaba paralizada, ¿Cómo entonces la iba a extender? Jesús le estaba ordenando hacer algo imposible, pero el enfermo no titubeó, ni preguntó ¿Cómo hago? No se quejó: “No puedo Señor está inmóvil.” El hombre de la mano seca hizo su mayor esfuerzo porque Dios en ese momento le dio el valor de obedecer y el milagro ocurrió. En el mandato del Señor, él obedeció, hizo el esfuerzo, ¡y al hacer eso la cura milagrosa se hizo efectiva! Tenemos que aprender a confiar en el Poder de Dios.
Por otro lado los religiosos miraban y de acuerdo con sus tradiciones del Día de Reposo, si tú te cortabas tu dedo, podrías detener el sangrado, pero no podrías poner aceite en la cortada. Podrías detenerlo de que se pusiera peor, pero no se te permitía que lo hicieras mejor. ¡miren a qué punto de rigidez habían convertido la ley!. Por eso la pregunta de Jesús quería sacar a la luz el problema de la prioridad dentro de la tradición; por un lado eran muy cuidadosos para cumplir la ley palabra por palabra, pero pasaban por encima de las necesidades humanas. ¡Esta es la realidad del legalismo!
Nadie dijo nada, nadie se atrevió a responder a Jesús, mientras los miraba el Señor, vio sus corazones, ellos estaban afanados en guardar las tradiciones, seguir las normas religiosas, guardar las apariencias, y olvidaron el amor de Dios. Por eso Jesús se entristeció al ver la dureza de sus corazones.
¿Cuántas veces has juzgado a un hermano y has olvidado la misericordia de Dios? Es un peligro muy frecuente por el que caen muchos “cristianos maduros”, interpretar la actitud de los más nuevos y hacerlos sentir menos cristianos, menos hijos de Dios. Más que críticas, ellos necesitan sentir a través de tus gestos, el amor de Dios.
Tan pronto como Jesús sanó al hombre de la mano seca, los fariseos se fueron de la sinagoga enojados, literalmente la palabra que se usó para describir este enojo es: salieron fuera de sí y de inmediato comenzaron a tramar con los herodianos cómo destruir a Jesús. Lo interesante en este detalle es que los fariseos eran tan conservadores que no tenían nada que ver con los seguidores de Herodes, pero con tal de cumplir el plan de desaparecer a Jesús no importaba.
Dios quiere que seamos sensibles a la necesidad de la gente, Dios quiere que vivamos la fe en amor.
Martha Vílchez de Bardales
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