“Fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él. Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho.” Judas 13-16.
Tengo que terminar con los personajes que empezamos ayer, el primero fue Caín, hoy meditaremos en Balaam y Coré.
Balaam es ejemplo clásico del profeta o ministro que desvía sus principios por amor al dinero, el cual se deja llevar por su codicia natural y enseña a poner tropiezo al pueblo de Dios y conduce por mal camino a otros a causa de ganancias personales.
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores” (1 Timoteo 6: 3-10)
Un verdadero creyente se aleja del espíritu malo de la codicia y no trabaja sólo para enriquecerse, un cristiano fiel es el que ayuda a otros. Es un buen mayordomo e inclusive está dispuesto a perder aquellas cosas que para el mundo son importantes, su prioridad es dar al necesitado y a la obra y servir al Señor con amor.
El error codicioso de Balaán fue que él estaba presto a poner en peligro todo por dinero. Judas notó que en esa iglesia había ciertos hombres que tenían el mismo corazón de Balaam.
La codicia es un pecado tan peligroso que mató a Jesús, las 30 piezas de plata fue el precio que recibió alguien y por eso lo crucificaron.
La rebelión de Coré. ¿Quién era Coré? Coré era un levita, pero no de la familia sacerdotal de Aarón. Él tenía su propia esfera de ministerio señalado por Dios, sin embargo, no estaba contento con el trabajo asignado. Coré quería el ministerio y la autoridad de Moisés.
¡Que interesante que Coré se atrevió a acusar a Moisés de orgullo! Suele pasar que muchas veces los que acusan poseen los pecados que quieren poner sobre otros. Coré no sólo quería el puesto de Moisés, él quería su autoridad y poder, por eso levantó rumores contra el elegido de Dios. Cuando algunos líderes rechazan la autoridad designada por el Señor y hablan mal, son hijos de Coré.
Estos tres hombres vinieron de muy diferentes orígenes: Caín era un agricultor, Balaán era un profeta, y Coré era un líder en Israel. Los tres pudieron tener un futuro diferente pero el orgullo los llevó al error.
Estos personajes y otros parecidos pueden entrar a las iglesias y ser fieras ondas del mar, murmuradores querellosos, aduladores que sólo buscan su propio provecho.
Ahora que ya no es posible congregarse pareciera que ya no vamos a padecer por estos personajes, pero el mal siempre está activo, y como hijos de Dios debemos ocuparnos en predicar el evangelio, dar aliento y esperanza a la gente que está sufriendo, y no permitir que la ociosidad nos lleve a dividir al pueblo de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales.
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