"En esto sabemos que somos de la verdad y nos sentimos seguros delante de él. Que aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo". I Juan 3:20.
A veces nuestro corazón nos condena, si tu conciencia de cristiano te provoca arrepentirte esta bien, pero cuando sólo hay condenación, si esto ocurre, debemos evaluar si esa conciencia acusadora te hace sentir como un pecador no perdonado o una persona que no merece misericordia y digna de la ira de Dios. Un corazón que condena da un veredicto equivocado, por eso debemos llevar esos pensamientos al tribunal divino porque Dios es más grande que nuestro corazón y sabe todas las cosas.
Un corazón condenado tiene manifestaciones que afectan todo el ser de la persona, produce por ejemplo los siguientes síntomas:
Fiebres de preocupación y falta de fe sobre los 39 grados.
Escalofríos y espasmos que calan hasta los huesos provocados por rencores acumulados.
Parálisis y entumecimiento de los miembros provocado por la resignación y el conformismo, se pierde la voluntad de vivir.
Gastritis y úlceras provocadas por la envidia y la rabia de ver a otros felices.
Migrañas insoportables que inhabilitan la conciencia hasta convertirla en una persona débil e incapaz.
Insomnio y stress provocado por la falta de paz.
La anemia que infecta hasta la última gota de amor, consecuencia de vivir con egoísmo y vanidad.
Una persona con estos síntomas no tiene nada de alegría, ha olvidado los motivos para vivir agradecido, es que Satanás ha logrado convencerlo que no merece la gracia de Dios. Como sabemos el Diablo es el principal destructor de corazones, y hace lo imposible para enfermarnos, nos llena con pequeños síntomas que luego crecen y se hacen grandes infecciones para condenar todo el corazón.
"Pero Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio" II Timoteo 1:7
Cuando estás tan centrado en los síntomas de la enfermedad que te aqueja, te haces incapaz de ver el antídoto divino contra todos tus males llegando incluso a pensar que Dios te ha abandonado, y que todos tus males son un pago por tus pecados. Pero como cristianos no debemos vivir en condenación. Jesús dijo que Él no vino al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.
Por ejemplo la mujer sorprendida en el acto de adulterio, la mujer en el pozo, la prostituta que le lavó los pies a Jesús con sus lágrimas, etc. Fueron personas que la sociedad juzgó y acusó, pero el Señor no las despreció sino que las perdonó con misericordia.
¿Qué haces como cristiano cuando tu corazón te condena? Cuando nos sentimos condenados perdemos esperanza, fe, libertad, paz, alegría y amor. Cuando nos sentimos condenados dejamos de leer la Biblia, de orar, de congregarnos, de dar compañerismo fraternal y de compartir lo que tenemos. Esa es la estrategia del enemigo, es inevitable sentirse a veces en una situación de reconocimiento de pecado, pero hay que dar el segundo paso, salir de la condenación cogido de la mano de Dios.
Un cristiano con el corazón condenado, primero se siente ignorado por su iglesia, no aceptado por su familia, pero luego, comienza a ignorar las cosas de Dios, afirma que no las entiende, empieza a mantenerse en la sombra y a desconfiar y criticar a su propia familia, luego a su iglesia, y de muchas formas manifiesta que ha perdido el gozo de su salvación. El enemigo de las almas trabaja a tiempo completo para hacer brotar condenación dentro de nosotros, pero eso no tiene nada que ver con nuestra posición delante de Dios. Apocalipsis 12:10 dice: “Porque ha sido arrojado a la tierra el que de día y de noche acusaba a nuestros hermanos delante de Dios”.
"Pero Dios se opone a toda condenación de los hijos de Dios: "Sí pues, ahora Dios no condena a los que están unidos a Jesucristo porque por medio de él, la ley del Espíritu que da vida te liberó de la ley que trae pecado y muerte". Romanos 8:1-2
El remedio para tener un corazón perdonado es entregarlo cada día al Señor para que sea nuevamente limpio, nuevamente perdonado. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios: Sin embargo, cuando estamos en comunión con Dios, y nuestro corazón no nos reprende, sabemos que podemos tener confianza en Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
Comments