“Cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.” Marcos 5:1-6
Para nosotros como cristianos, cada uno de los relatos registrados en este capítulo de Marcos cinco, nos hace recordar lo que hizo Jesús cuando llegó a nuestras vidas. Hemos sido liberados de los lazos del pecado, sanados de la terrible enfermedad de nuestra iniquidad, y liberados de la muerte eterna y condenación.
Jesús llegó con sus discípulos a la región de los gadarenos, esto es en el área noreste del Mar de Galilea, llamada Decápolis. En general era una zona gentil y muy helenizada, quiere decir que esas ciudades eran esencialmente griegas: tenían sus dioses griegos, sus templos griegos y sus anfiteatros griegos; estaban consagradas a la manera griega de vivir. La presencia del hato de dos mil cerdos que vemos en el pasaje, siendo éste un animal prohibido para los judíos, nos recuerda que la influencia del paganismo era muy fuerte en esta región.
Al parecer según lo cuenta Marcos, Jesús fue el primero en bajar de la barca, en seguida vino a su encuentro, un hombre con un espíritu inmundo. Marcos nos ofrece una descripción detallada de un hombre con posesión demoníaca:
El hombre había sido poseído por el demonio ya hace mucho tiempo..
No usaba ropa y vivía como un animal salvaje.
Vivía entre lo decadente y lo muerto, porque tenía su morada en los sepulcros.
Tenía una fuerza sobrenatural (las cadenas habían sido hechas pedazos).
Era atormentado y era autodestructivo (gritaba a viva voz y se hería con piedras).
Tenía un comportamiento incontrolable (nadie le podía dominar).
Este pobre hombre alguna vez fue un hombre normal, pero algo sucedió para que poco a poco el demonio lo tomara y lo convirtiera en un ser irracional y salvaje porque nadie lo podía controlar. El pueblo, sus vecinos, le ataron con cadenas muchas veces para que no lastimara a otros, pero él rompía las cadenas una y otra vez. Finalmente le condujeron fuera del pueblo y él vivió en el cementerio del pueblo, un hombre loco entre las tumbas, hiriendo a la única persona que podía, es decir, a sí mismo.
Así es la persona que vive separada de Dios, se hace daño, tiene una ira interna sin explicación, está vivo pero vive como si no le importara la vida. La vida influenciada por Satanás pierde dignidad, porque las cosas que hace rebajan su condición de ser humano. Por eso aumenta su adicción a cosas que lo enferman, destroza su familia sin consideración cuando cae en el adulterio, juega con el sexo como si fuera un ser que se guía por instintos, sin respetar su cuerpo y menos a los demás.
El hombre demonizado también se puede creer superior a los demás, por eso la crítica está en su boca. Pero también sucede lo contrario, se siente rechazado por todos, evita el contacto con la gente porque no les interesa nadie, o si se acerca sólo lo hace para dañar.
El hombre atormentado por el diablo, cree que está disfrutando su vida, pero no sabe que al final de la risa, el dolor y la miseria se apoderarán de él. Muchos de los que nos rodean hoy se encuentran en la misma situación desesperada. No conozco a nadie que viva en el cementerio, pero igual viven desesperados. Sus vidas están dominadas por el pecado: drogas, alcohol, relaciones sexuales, adicción, etc. Cada día comienza igual que el día anterior: No encuentran forma de escapar y de seguir viviendo en la misma derrota.
El gadareno de la historia vivió una vida trágica, como muchos lo hacen hoy. Sin esperanza, alegría, paz o consuelo, buscando constantemente una forma de escapar del dolor y el sufrimiento.
Pero cuando vio a Jesús de lejos, corrió donde estaba el Señor. ¿Puedes imaginar la escena? Ha vivido en tormento entre las tumbas, pero un día, un pequeño barco llegó trayendo esperanza. Algo dentro de él sabía que Jesús era su única esperanza.
Cuando Jesús le preguntó su nombre, él endemoniado no le dijo el nombre que sus padres le pusieron, le dijo el nombre de quien lo tenía dominado, los demonios lo convirtieron en un títere que lo manipulaban a su antojo. Legión era el nombre que describía su estado espiritual. "Legión me llamo". Ya no era sólo un demonio el que lo atormentaba, poco a poco la degradación se hizo peor hasta llegar al nivel más bajo del hombre.
Este endemoniado nos da una lección clara. Quizá cuando te convertiste a Cristo no estabas viviendo entre muertos, no estabas atado con cadenas de hierro, ni gritabas tu angustia, pero tú sabes que tu condición espiritual estaba vacía sin Dios.
Jesús salvó y liberó al endemoniado. Y una vez que los demonios salieron del hombre, el cambio fue radical. Ahora estaba con Jesús "sentado, vestido y en su juicio cabal". Nadie de sus antiguos amigos, nadie de su familia ni ningún religioso había podido conseguir algo parecido de este hombre. Y es que sólo el poder del Señor Jesucristo llega allí donde ni el gobierno, ni los asistentes sociales, ni psiquiatras, ni familia, ni amigos pueden llegar. Nadie antes había conseguido que este hombre estuviera en paz consigo mismo y con sus semejantes.
Es lo mismo en nuestro caso, Sólo Cristo nos dio libertad y paz. No olvides lo que hizo por ti.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales