“Haz bien a tu siervo; que viva, y guarde tu palabra. Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Forastero soy yo en la tierra; no encubras de mí tus mandamientos. Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo. Reprendiste a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos. Aparta de mí el oprobio y el menosprecio, porque tus testimonios he guardado. Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí; mas tu siervo meditaba en tus estatutos, pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros.” Salmo 119:17-24
Esta porción del capítulo ciento diecinueve me parece una hermosa oración de petición a Dios, el clamor del salmista no es para pedir prosperidad de beneficios como salud, bienes materiales o privilegios exclusivos, no, el autor ora suplicando al Señor porque le conceda la suficiente vida para que pueda entender las maravillosas verdades de Dios y las pueda poner en práctica.
Haz bien a tu siervo; que viva y guarde tu palabra. Esta oración es un ejemplo de cómo pedir en el altar de Jehová, porque es un ruego no para pedir, clemencia, tolerancia, o absolución. Tampoco es un grito rogando sanidad, consuelo y ayuda, sino que es una petición auténtica y sincera donde está el deseo personal de vivir conforme a los mandatos de Dios. Esta es una maravillosa oración que honra a Dios.
Cuando leemos el contexto de este capítulo podemos notar que el salmista había sufrido grandes dificultades, injusticias y golpes en su vida, las presiones constantes estuvieron como sacudiendo con violencia toda su persona para que explotara y terminara maldiciendo su existencia. Pero a pesar que había sufrido profundamente privaciones, abandono, persecución, rechazo, soledad, traición y vergüenza, en medio de toda esas tribulaciones, el salmista quería vivir, no sólo sobrevivir, sino vivir plenamente, tener una calidad de vida poniendo en práctica la Palabra de Dios.
Cuando abres la Palabra de Dios, tu Biblia, debes orar pidiendo al Señor que abra tus ojos para mirar lo maravilloso que son los mandamientos de Dios. El salmista dijo: “Abre mis ojos, y miraré". No se puede escuchar la voz de Dios, no se pueden entender ningunos e sus versos sin la iluminación de Dios, el verbo ‘abrir’ en el versículo 18 se usa en la historia de Balaam donde el Señor abrió los ojos de Balaam para que pudiera ver al ángel del Señor parado en el camino con su espada desenvainada. Por lo tanto tiene que ver con quitarse un velo o cubierta que te impide mirar bien.
Cuando dices que no entiendes lo que lees, cuando afirmas que las palabras te parecen muy antiguas e imposibles de poner en práctica, cuando te confundes y crees que la Palabra es contradictoria, lo que sucede es que estás velado, tus ojos están cegados, como el apóstol Pablo cuando entendió la ley a su manera y mató cristianos.
Los ojos de Pablo fueron descubiertos y recién pudo ver y comprender la Palabra cuando se convirtió (Hechos 9:18); era como si le hubieran caído escamas de los ojos. Antes de leer pide al Señor que abra tus ojos de fe para que el Señor te de claridad y comprendas para obedecer todo lo que Dios te demanda.
“Tú castigas a los arrogantes y malditos que se desvían de tus mandamientos. Yo obedezco tus mandatos, así que te ruego que alejes el mal de mí. Aunque los poderosos me ataquen y hablen mal de mí, yo siempre seré tu siervo y seguiré tus mandatos. En verdad disfruto siguiendo tus enseñanzas; ellas son mis consejeras.”
Obedecer la Palabra trae bendición, pero ser rebelde a ella, puede resultar en maldición. Tenemos que recordar por ejemplo a Caín (el hijo de Adán y Eva) que fue soberbio y se negó a obedecer la voz de Dios, el resultado fue maldición sobre él y sus generaciones. Recordar al terco Faraón que ni las plagas lo hicieron tener temor a Dios, su maldición fue a causa de su terquedad. Recordar a Amán, Nabucodonosor, Herodes, Judas, todos ellos se negaron tercamente y por esa arrogancia se desviaron y recibieron el pago de su indiferencia a Dios.
Tener la disposición de ser obediente a la Palabra te garantiza sabiduría, pero no significa que no sufrirás desprecio, humillación o infamia. El Salmista oró: “Aparta de mí el oprobio y el menosprecio”
Él reconoció que incluso los que estaban en alta jerarquía se sentaron y hablaron contra el salmista, sin embargo, no dejó de meditar en la palabra de Dios. Cuando alguien levanta una acusación cual chisme sobre ti, es desagradable; el salmista usó el término: OPROBIO, esto es menosprecio, injuria, insulto y calumnia. Ante eso, la mejor manera de lidiar con la difamación es orar.
He sentido como Dios quitó el aguijón que alguien quiso clavar sobre mi familia, es mucho mejor dejar que Dios haga justicia a pelear con mis propias fuerzas. Nuestros propios intentos por limpiar nuestros nombres suelen ser fracasos.
Meditar en la Palabra mientras los acusadores se ríen, aumenta la confianza que Dios tiene todo bajo su santo control.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales