“El amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia” 1 Corintios 13: 4-6
Pablo escribe las ocho cosas que el amor no es: No es acaparador, no es impertinente, no es pedante, no es rudo, no es exclusivista, no es receloso y suspicaz, no es interesado y no se contenta con el mal.
¿Cómo es un amor envidioso? Esto sucede cuando uno de los enamorados quiere y acapara toda la atención y los cuidados. El que dice que ama pero es indiferente a los sentimientos de su pareja, en realidad sólo se ama a sí mismo. Podemos ver el ejemplo de los hermanos de José, a pesar de la familiaridad por ser hermanos de padre, miraban a José con odio y le procuraron todo tipo de mal, envidia también fue lo que sintió Judas, él escuchó todos los mensajes de Jesús, los tres años de su ministerio, sirvió y creo que en parte lo amó, pero la envidia cegó su corazón.
Si amas no puedes envidiar, miremos a Jesús, él como persona divina, no se aferró a ser igual a Dios, sino que “se despojó a sí mismo” (Filipenses 2:6-7). El verdadero amor no mira con ojos de fastidio cuando la pareja tiene éxito, incluso recibe más bendiciones que uno mismo.
La envidia no consigue nada, más que herir. El amor real se aleja de la envidia, y no se resiente cuando el amado es ascendido o bendecido.
¿Te parece que la envidia es un pecado pequeño?
La envidia mató a Abel (Génesis 4:3-8).
La envidia esclavizó a José (Génesis 37:11, 28).
La envidia puso a Jesús en la cruz: Porque sabía que por envidia le habían entregado. (Mateo 27:18).
¿Cómo es un amor jactancioso: Es el que exagera sus gestos de amor apasionado para ser reconocido. Si amas honestamente no tienes que hacer de tus afectos un motivo para buscar aplausos. Ser jactancioso es igual a ser fanfarrón, o alabarse a sí mismo, el que se jacta de amar con exceso, en realidad está presumiendo porque intenta poner celosos a los demás de lo que tiene.
El amor no actúa de esta manera. El amor no hace alarde ni busca poner celosos a los demás.
Justamente los corintios se presentaron como fanfarrones espirituales. Hicieron desfilar sus dones espirituales ante otros, incluso los que realmente no tenían. Decían tener amor en sus acciones pero su fanfarronería orgullosa le quitaba veracidad a sus dones.
¿Cómo es un amor envanecido? Estar envanecido es ser arrogante y enfocado en sí mismo. El envanecido es arrogante y se ufana tanto que parece hinchado de tanto orgullo. Es como si tuviera la “cabeza grande.” Esta actitud es muy parecida a la jactancia, y ambas están ligadas al orgullo. Si amas sinceramente no te enfocas en tí mismo, si amas, tu corazón busca llenar las necesidades de otros.
¿Cómo es un amor que hace cosas indebidas? Donde hay amor, habrá bondad, integridad, prudencia, dominio propio, y cortesía. No puedes decir que tienes amor y ser grosero con quien amas, no puedes ser descortés, ingrato, lujurioso y enfocarte sólo en tus gustos y deseos.
Un enamorado o enamorada hace cosas indebidas cuando busca su deleite o placer sin considerar el honor, respeto e integridad de su pareja.
¿Cómo es un amor irritante? A todos nos resulta fácil ser irritados, ser provocados por aquellos que simplemente son molestos. Pero es un pecado irritarse, y no es una virtud cristiana que represente el amor de Dios.
El que se irrita siempre le echa la culpa de su enojo a los demás. Irritarse es igual a exasperarse, rabiar, enervarse, excitar con ira, sulfurarse, indignarse, y finalmente reventar. Cuando el hombre que posee este tipo de amor irritante, parece dispuesto a caer en la provocación, entonces pierde el balance de su alma, y entristece al Espíritu de Dios. Alguien que se amarga contra su prójimo, no lo ama como a sí mismo.
¿Cómo es el que no guarda rencor? Literalmente significa “el amor no guarda recuerdo de cualquier mal que ha recibido.” El amor desecha las heridas del pasado en lugar de aferrarse a ellas.
Un biógrafo escribió sobre una tribu en la Polinesia, donde se acostumbraba que cada hombre tuviera algunos recordatorios de su odio hacia otros. Estos recordatorios eran colgados de los techos de sus chozas para mantener vivo el recuerdo de los males, reales o imaginarios. La mayoría de nosotros hacemos lo mismo. Los rencores no aumentan el amor, lo disminuyen.
¿Cómo es un amor que se goza de la injusticia?
Cuando amas a alguien y tiene un defecto, no lo rechazas, no lo juzgas, ni lo haces a un lado. Eres paciente con él a pesar de su culpa. Sabes que no puedes hacerte cómplice de ese pecado y haces todo lo posible para ayudarlo a ser libre de esa condenación.
Nuestra sociedad de hoy parece deleitarse en la injusticia. Basta ver cualquier programa de tv y veremos que todos los males son aceptados por la mayoría.
El amor no puede hacer eso. Yo no puedo aceptar que los que amo se pierdan en la adicción o en cualquier cosa que les cause placer y sea pecado. El pecado causa la ruina de los individuos, si yo amo, trataré por todos los medios que mis amados se acerquen al Dios de todo perdón.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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