“Más vale reprensión abierta que amistad encubierta, leal es el golpe del amigo, importuno el beso del enemigo” Proverbios 27: 5-6
Muchos dudan en corregir a otros, especialmente si estos son parte de la familia de Dios. Pero hay un momento y un lugar donde la reprensión no solo es buena, sino que es mejor que la alternativa. La amonestación amable, considerada y administrada en oración cimienta la amistad en lugar de debilitarla.
Pero tenemos que ser sinceros, realmente a casi nadie, le gusta que le llamen la atención, cuando alguien nos exhorta, la naturaleza heredada de Adán reacciona de inmediato con resentimiento.
Pensamientos como:
“No merezco ese regaño”
“Me están juzgando sin fundamento”
“Tú no tienes autoridad para corregirme”
"No han tomado en cuenta mi buena intención"
Son reacciones nada agradables porque en el fondo o tenemos un alto concepto de nosotros mismos o simplemente no queremos que nadie nos diga nada. La reprensión abierta es una buena medicina para corregir lo deficiente, pero nadie desea tomar ese remedio.
El sabio en estos versos nos hace ver que el amor hace “poco bien” cuando no corrige, pero el amor que se expresa en desear el bien de mi hermano y por lo tanto lo corrijo abiertamente, es mucho mejor.
Pienso en la manera abierta con la que mi padre me corregía, si él me veía como terca e impulsiva, o insegura y desconfiada, me llamaba aparte y me decía claramente el error que estaba cometiendo, como era imposible que dudara del amor que me tenía, aprendí a aceptar todas sus reprensiones con alegría porque el segundo intento traería mejores resultados.
La reprensión aunque duela, aunque abra heridas, puede valer más que la adulación, porque la primera tiene el fin de curar, de corregir y mejorar, mientras que el halago sólo añade más orgullo y deseos de ocultar errores.
En Levítico 19:17-18 Dios nos habla sobre esto: No se mantengan enojados con su hermano. Corrijan con franqueza a su semejante cuando sea necesario, para que no resulten cómplices de su pecado. No abriguen rencores ni sean vengativos con sus compatriotas; más bien amen a sus semejantes como a sí mismos, porque yo soy el SEÑOR.
No puedes llenarte de rencor cada vez que alguien que te ama quiere corregirte, si la advertencia de tu amigo quiere llevarte a aclarar las cosas, si su exhortación enmienda tus errores, entonces ¡bienvenida corrección!
Pero ahora hablemos del camarada que no quiere reprender, parece tímido, no quiere perder a su mejor amigo, esta muy consciente de las fallas del otro, pero jamás se las dirá, ellos son muy espirituales y prudentes, deciden callarse y “esperar que Dios le haga ver su error”.
La belleza de la amistad justamente radica en el valor de la colaboración mutua, el amor que la hace fusionar y crecer no deberían ser los halagos y complicidad, el amor verdadero y fuerte no tiene temor de perder al amigo sabe que superará la prueba de la reprensión, Pero la amistad débil no discierne cuánto amor se encubre en una reprensión.
“El amigo siempre es amigo, y en los tiempos difíciles es más que un hermano.”
Debemos pedirle a Dios que nos ayude a recibir una buena reprensión, pero también necesitamos ayudar a quien sabemos que anda lejos de Dios. Quizá este devocional sea una forma de ayudar a una persona que está cometiendo un error porque se olvidó de la importancia de venir a la Casa de Dios, quizá hay otra persona que ha permitido que el trabajo sea solamente su fin de vida y ya no busca a Dios, puede ser que haya alguien que esté tan molesto y resentido que ha perdido la esperanza de ser feliz, o puede ser que tu pareja te haya desilusionado tanto que has perdido las ganas de amar. La reprensión aplicada por alguien que te ama con el amor de Dios, no tiene un interés escondido, sólo el anhelo y la oración que vuelvas a los brazos del Padre Celestial.
Busca a tu amigo y haz las paces con él, es el consejo de Dios.
Martha Vílchez de Bardales.
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