—¡Está bien, iré contigo! —dijo Débora—. Pero, por la manera en que vas a encarar este asunto, la gloria no será tuya, ya que el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer.
Así que Débora fue con Barac hasta Cedes, donde él convocó a las tribus de Zabulón y Neftalí. Diez mil hombres se pusieron a sus órdenes, y también Débora lo acompañó. Cuando le informaron a Sísara que Barac hijo de Abinoán había subido al monte Tabor, Sísara convocó a sus novecientos carros de hierro, y a todos sus soldados, desde Jaroset Goyim hasta el arroyo Quisón. Entonces Débora le dijo a Barac: —¡Adelante! Este es el día en que el Señor entregará a Sísara en tus manos. ¿Acaso no marcha el Señor al frente de tu ejército? Barac descendió del monte Tabor, seguido por los diez mil hombres. Ante el avance de Barac, el Señor desbarató a Sísara a filo de espada, con todos sus carros y su ejército, a tal grado que Sísara saltó de su carro y huyó a pie. Barac persiguió a los carros y al ejército hasta Jaroset Goyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada; no quedó nadie con vida. Jueces 4: 9-16
Continuo con la hermosa historia de Débora, mujer valiente y llena de fe. Cuando Sísara se enteró que Barac, estaba en el monte Tabor, se rió en su interior, ¡por fin acabaría con estos israelitas y sus reglas! Sísara era de temer, porque era cruel, pero si a eso le agregas 900 carros de hierro y todos sus soldados armados, no sé cómo pudo soportar estar parado en ese monte sin pestañear.
Creo que Barac tenía en su mente repitiendo una y otra vez la promesa divina declarada por la boca de Débora: “El Señor, el Dios de Israel, ordena: “Ve y reúne en el monte Tabor a diez mil hombres... Yo atraeré a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y sus tropas... Allí lo entregaré en tus manos”.
Imagina la escena. Ponte las sandalias de Barac por favor. A lo lejos oyes un estruendo y ves polvo negro que se levanta como si fuera una tormenta. De pronto debajo del polvo algo brilla, entonces reconoces el sonido fuerte de los carros de hierro y el relincho de más de mil caballos, el piso tiembla con esa fuerza malvada y todos vienen contra ti, ¡es Sísara y sus 900 carros! Estas deben haber sido imágenes y sonidos temibles para Barac y los pocos soldados israelitas en el monte Tabor.
Por eso Barac tenía que repetir en sus pensamientos la promesa de Dios: “Allí los entregaré en tus manos”. Aunque tenía miedo, podía aferrarse a la verdad dicha por una mujer de fe, esa verdad pudo callar el ruido de los carros. Qué contraste, Sísara armado hasta los dientes. Deborah, Barac y los soldados sin defensa aparente contra las flechas y lanzas que seguramente vendrían hacia ellos. Pero ¿Qué son las lanzas del enemigo contra la poderosa espada del Espíritu de Dios? Dios habló una promesa y esa se cumpliría. La Palabra de Dios es infalible.
Es emocionante leer estas historias de héroes y heroínas que enfrentaron sus miedos cuando pusieron su confianza en Dios. Sin embargo, una cosa es para nosotros conocer estas poderosas obras de nuestro Dios, pero otra muy distinta es permanecer firmes en las promesas cuando todo lo que vemos en este momento es al enemigo actuando sin piedad.
Débora dijo a Barac: ¡Levántate! esta palabra también puede ser traducida: ¡Arriba! Pero no un levántate como sugerencia, sino con voz de un comandante que se dirige a su soldado raso: ¡¿Qué haces sentado, por qué estás echado?! ¡Arriba, este el día en el que el Señor entregará a ese Sísara en tus manos! ¡Dios está delante de ti!
Por si acaso, Barac haya empezado a debilitarse y dejado de repetir la promesa, Débora le reiteró la promesa de Dios, pero añadió que ya Jehová iba delante de ellos. Débora estaba segura que el Dios que hablaba con ella, iba a respaldar a su pueblo escogido, entonces fue necesario preguntarle a Barac: ¿No ha salido el Señor antes que ustedes? ¿Qué debía responder Barac? ¡Claro que sí!
Barac descendió del monte Tabor, y diez mil hombres tras él. Esta vez, el joven fortalecido en fe, no dudó. Débora tomó la iniciativa, pero el discípulo también vio con los ojos de la fe, al capitán de las huestes celestiales que iba delante de ellos.
Y el SEÑOR derrotó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de espada delante de Barac; Y Sísara se bajó de su carro y huyó a pie. Débora tuvo un gran rol en esta victoria. Ella era una alentadora, edificando la fe de Barac y sus hombres. Su ánimo era de que Dios, como rey, iría delante de Su pueblo hacia la batalla.
Hoy estamos enfrentando una enfermedad que a todos nos ha asombrado, pero no hay que dudar que Dios tiene el control de todo. ¡Arriba mi hermana, ten fe mi querido hermano, Dios va delante de los hijos de Dios!
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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