“Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.” Santiago 3:9-12.
Estar encerrados en casa, sacó lo mejor y lo peor de muchos de nosotros. Antes de la cuarentena, no se notaba tanto la intolerancia de mamá, el genio ofuscado de papá, las palabrotas de la tía, las mentiras del hijito menor.
Antes de estar encerrados, se podía ver a cristianos cantando como ángeles los domingos, pero si hablaban como demonios en el trabajo el resto de la semana, no se notaba. Pero la reclusión evidenció esta dualidad de carácter. Trayendo daño a sí mismos y lamentablemente a sus oyentes más cercanos. La familia es la más perjudicada cuando la boca no tiene dominio, lamentablemente, esa doblez le pasará la factura cuando el mal ejemplo aparte a sus oyentes de Dios.
¿Qué significa maldecir a los hombres? Maldecir es denigrar, calumniar, difamar y echarle basura a la reputación de una persona. “Blasfemar de los hombres” no es lanzarles condenaciones y maldiciones a todas sus generaciones. Algunos creyentes se sienten inocentes porque dicen que jamás han maldecido a nadie, pero deben estudiar con mayor empeño esta palabra, porque maldecir es ofender, renegar, y murmurar, y ¿dime si alguna vez no expresaste una crítica constructiva de la iglesia, del hermano líder, o hasta del propio Dios? Es un peligro con consecuencias usar la misma boca para bendecir y maldecir.
Así como tenemos que hacer una decisión diaria, para meditar en la Palabra y orar, también tenemos que usar la voluntad para sujetar las declaraciones que hacemos, debes cuidar las palabras que expresas, todo lo que dices debe glorificar a Dios.
No hay que acostumbrarse a usar un tipo de vocabulario o tono para hablar con los cristianos, y un vocabulario y tono diferente en nuestra casa o trabajo.
Como una fuente de agua, nuestra boca no debiera echar por una misma abertura agua dulce y amarga. Si todavía fluyen palabras toscas, insultos, chismes y blasfemias cual aguas amargas, significa que tu fuente está contaminada.
Jesús dijo en Mateo 12: 34-37 “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.”
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? “Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.”
Lo que decimos indica lo que somos, Dios te salvó para ser una fuente de bendición.
Con amor,
Martha Vílchez de Bardales
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