“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Santiago 3:1
Hermanos míos, no muchos de ustedes deben llegar a ser maestros, porque saben que los que enseñamos seremos juzgados con mayor rigor.
¿Qué maestro de la Biblia o predicador no se "aterra" un poco al leer esta advertencia fuerte y la amonestación que lo acompaña? Es que es un claro aviso de prevención para todo aquel que se atreva a explicar un verso bíblico, si lo haces creyéndote maestro, eres un candidato seguro para ser condenado.
2 Timoteo 2:15 fue un verso que aprendí de memoria en la escuela dominical a los cinco años y ahora siendo una adulta creo que va de la mano de Santiago cuando afirma: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”
Pablo quiso demostrarle a Timoteo que su predicación y enseñanza no debían ser usadas para que él como joven pastor sea aprobado por la gente, no se trataba que la iglesia lo reconociera como un buen orador o evangelista, sino más bien que su esfuerzo debía ser dirigido a darle siempre la gloria a Dios, ser “aprobado” por el Señor.
Hoy hay muchos canales cristianos donde pareciera a veces que los ministros y siervas hacen un concurso de popularidad, ¿Quién me dice lo que necesito para ser próspero, feliz, exitoso y lleno de bendiciones? Las ofertas son cada vez más abundantes por eso hay tanto cantantes como ministros famosos que buscan la aprobación de las multitudes, pero para ser aprobado por Dios hay que trazar la Palabra con verdadero temor y temblor.
“Porque todos nosotros vamos a tener que presentarnos delante de Cristo, que es nuestro juez. Él juzgará lo que hicimos mientras vivíamos en este cuerpo, y decidirá si merecemos que nos premie o nos castigue.” 2 Corintios 5:10.
Nuestra motivación entonces en el trabajo espiritual es ser diligente, responsable, estudioso y sobre todo dando la aplicación espiritual que Biblia enseña y no lo que se acomoda a lo que el público espera. Si somos diligentes, no tendremos de qué avergonzarnos cuando nuestro trabajo sea examinado en el trono de Dios.
Mi papá siempre decía que todo lo que haces debe ser con limpieza de mente y corazón, por ejemplo si estoy cocinando y entra mi esposo a ver lo que hago, no tengo porque sentirme mal porque no voy a usar una carne malograda, frutas podridas o verduras sin lavar, Miguel puede verme cocinar porque soy diligente con cada ingrediente, mi cocina está limpia y mi actitud es hacer lo mejor para alimentar a la familia.
Si mi esposo me encuentra barriendo el dormitorio, no me verá escondiendo la basura debajo de la alfombra o si estoy viendo un programa de Tv no tendré que cambiar avergonzada el canal porque no era algo digno de ver. Igualmente si medito en la Palabra Santa no puedo acomodarla para parecer tolerante o moderna, si Dios me encuentra haciendo algo quiero que se sienta feliz por mi trabajo.
No es suficiente saber algunas historias bíblicas o versículos de memoria, si quieres enseñar algo debes hacerlo con reverencia al Señor.
“La palabra de Dios es como una espada para penetrar el corazón de los hombres y eliminar sus pecados. La palabra de Dios no fue encomendada a los ministros de Dios para entretener a los hombres con su brillo, ni para encantarlos con las joyas de su empuñadura, sino para conquistar sus almas para Jesús.” (Spurgeon)
En estos tiempos que los siervos han dejado de serlos para adjudicarse títulos rimbombantes, sería bueno que revisen este pequeño verso de Santiago 3:1
“Amados hermanos, no muchos deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta.”
Si te vas a llamar maestro de la Palabra, recuerda la advertencia del propio Jesús cuando dijo: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.” Lucas 12:48.
Las palabras de Jesús y Santiago nos recuerdan que estar entre los maestros de la iglesia de Dios es más que una cuestión de tener dones naturales o, incluso, espirituales; hay una dimensión adicional que tiene que ver con poseer un carácter apropiado y una vida correcta. Santiago encontró que este departamento de trabajo de la iglesia se había vuelto extremadamente popular. Por eso esta advertencia sobre las serias responsabilidades de quienes enseñan la Biblia. Dios nos juzgará en el último día con especial rigor por nuestra influencia sobre los demás.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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