“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Romanos 8: 14-18
A pesar que el domingo todos los noticieros proclaman las malas noticias sobre la propagación del virus, la iglesia del Señor se reunió para proclamar las misericordias de Dios.
Así como la mayoría de peruanos espera con atención las noticias para estar preparados para enfrentar la pandemia, los cristianos esperamos el culto dominical; pues aquí alabamos al Señor, nos unimos en oración, somos edificados en la Palabra y recibimos la guía del Espíritu Santo para estar instruidos y hábiles al enfrentar las pruebas con fe.
El apóstol Pablo dijo: “que los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos, son hijos de Dios.” Pablo no dijo que los que van al templo son hijos de Dios, o los que se dicen cristianos son hijos de Dios, o los que participan en la comunión, son hijos de Dios, en este texto, la prueba para ver si somos hijos, es si somos guiados por el Espíritu de Dios.
¿Cómo sabemos si nos guía el Espíritu Santo? Tito 3:5 dice: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” Los creyentes guiados por el Espíritu Santo son renovados para arrepentimiento, para buenas obras, y para predicar el evangelio.
Es muy importante evaluar quién es tu guía, ¿recuerdas al hato de cerdos que se tiró violentamente al mar y se ahogaron? a ellos los condujo el Diablo, en efecto, Satanás también es un conductor, el encamina a la avaricia, al egoísmo, a la tibieza espiritual, al rencor y todos los peores actos del ser humano, “pero la guía del Espíritu Santo nos guía a pensar poco en nosotros y mucho en Jesús, nos guía a la verdad, al amor, a la santidad, a ser luz y sal.”
Los que son guiados por el Espíritu Santo, son hijos de Dios y ya no se sienten enclaustrados en las paredes de su cuarentena, pues ellos, no han recibido un espíritu de esclavitud para estar otra vez en confusión, con miedo al futuro, inseguros si tendrán lo suficiente, los hijos que son guiados por el Espíritu Santo han sido adoptados por Dios y por lo tanto viven, sienten y se afirman con el espíritu de adopción divina.
Si eres un hijo guiado por el Espíritu Santo tienes una relación íntima, de gozo, con Dios, no como la esclavitud y el miedo del mundo.
Un hijo de Dios puede tener una relación tan cercana con Dios que puede clamar: ¡Abba, Padre! (Papá, Papi!).
En mi niñez tuve una cercanía muy especial con mi padre, pero siendo la novena de once hermanos, pude darme cuenta que los mayores lo trataban con más respeto que yo, mientras ellos ni si quiera lo tuteaban, para mi era fácil decirle: “Papi”. A veces los creyentes no se sienten con la suficiente confianza de llamar a Dios, “Padre”, “Papá” pueden sentir que no son dignos de llamarle así, pero hay que recordar que en Cristo tenemos el privilegio de relacionarnos con Dios de la misma manera que lo hace Cristo Jesús.
En el contexto que Pablo escribió sobre esta palabra “adopción”, la adopción romana reglamentaba que el hijo acogido por una familia perdía todos los derechos de su antigua familia, éste más bien ganaba todos los derechos de su nueva familia, todo lo pasado era borrado completamente, las deudas canceladas, los orígenes vergonzosos, todo era borrado, nada de su pasado en contra quedaba como huella, y de ahora en adelante tenía una vida nueva. La evidencia que somos hijos de Dios nos la da el mismo Espíritu de Dios, somos hijos y herederos con Cristo, hemos sido adoptados por Dios.
En pocas palabras, Pablo dice que aquellos que son hijos de Dios, nacidos de nuevo por el Espíritu de Dios, conocen su estatus, su nueva condición y vida, porque el Espíritu Santo certifica a nuestro espíritu que así es.
La pandemia no sólo ataca el cuerpo, ataca sobre todo la mente y mete en la cabeza de algunos cristianos que ya no son hijos de Dios, estos ataques mentirosos nublan la fe y llenan el alma de confusión y miedo. No debemos de preguntarnos si en verdad somos cristianos o no. Los hijos de Dios saben quiénes son. Somos hijos de Dios, somos guiados por su Espíritu Santo, y podemos clamar: ¡Abba Padre!
Con amor,
Martha Vílchez de Bardales (hija de Dios y tu hermana en Cristo Jesús)
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