Mientras tanto, Sísara había huido a pie hasta la carpa de Jael, la esposa de Héber el quenita, pues había buenas relaciones entre Jabín, rey de Hazor, y el clan de Héber el quenita. Jael salió al encuentro de Sísara, y le dijo: ¡Adelante, mi señor! Entre usted por aquí. No tenga miedo. Sísara entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta. —Tengo sed —dijo él—. ¿Podrías darme un poco de agua? Ella destapó un odre de leche, le dio de beber, y volvió a cubrirlo. —Párate a la entrada de la carpa —le dijo él—. Si alguien viene y te pregunta: “¿Hay alguien aquí?”, contéstale que no. Pero Jael, esposa de Héber, tomó una estaca de la carpa y un martillo, y con todo sigilo se acercó a Sísara, quien agotado por el cansancio dormía profundamente. Entonces le clavó la estaca en la sien y se la atravesó, hasta clavarla en la tierra. Así murió Sísara. Barac pasó por allí persiguiendo a Sísara, y Jael salió a su encuentro. «Ven —le dijo ella—, y te mostraré al hombre que buscas». Barac entró con ella, y allí estaba tendido Sísara, muerto y con la estaca atravesándole la sien. Aquel día Dios humilló en presencia de los israelitas a Jabín, el rey cananeo. Y el poder de los israelitas contra Jabín se consolidaba cada vez más, hasta que lo destruyeron. Jueces 4: 17-23
Dios prometió que una mujer derrotaría a Sísara. Ya que Débora participó en la batalla al lado de los soldados se pensaría que ella sería la que acabaría con el enemigo más malvado de los cananeos, pero ella no fue, sino que Dios utilizó en su lugar a la esposa de un ceneo para conseguir el fin de Sísara.
Dios le dijo a Débora que sería una mujer quien acabaría con el enemigo, esto de por sí era algo imposible de asimilar, ¿Por qué? Porque el Sísara que todos conocían era un guerrero experimentado, este comandante estaba acostumbrado a regresar a su ciudad como vencedor, vitoreado como héroe por sus compatriotas, ya que cargaba consigo los tesoros que robaba en cada conquista. Pero Dios está acostumbrado a hacer cosas imposibles
Jael no era israelita, era descendiente de Hobab, el cuñado de Moisés. En la Tierra Prometida los quenitas se establecieron en el desierto de Judá al sur de Arad. Sin embargo, después, Heber se separó de los demás quenitas y se mudó hacia el norte.
Sísara no tenía idea alguna de que su fuerza armada y equipo tan superiores no valdrían de nada, porque Jehová estaba peleando por su pueblo. Por lo tanto los israelitas ganaron una victoria decisiva. Al verse derrotado, Sísara, huyó a pie, en dirección a Quedes, donde acampaba Heber el quenita. Puesto que no existía estado de guerra entre Heber y el rey Jabín, Sísara buscó seguridad allí.
Aunque los orientales eran con frecuencia buenos hospedadores, no era bien visto que un hombre entrara en la tienda de campaña de una mujer casada. Pero cuando Jael la esposa de Heber expresó que estaba dispuesta a recibir a Sísara, él no vaciló en aprovechar el refugio que se le ofrecía allí. Las mujeres tenían sus tiendas apartadas de sus maridos, Génesis 24:67; 31:33. Por lo tanto Sísara habría pensado que estaba más seguro en la tienda de una mujer que en la de un hombre. La costumbre de ser un buen anfitrión y hospedar a las visitas era una práctica de todo oriental. El mazo y la estaca de la tienda eran de fácil acceso, ya que montar una tienda era el trabajo de la mujer. Un detalle que debemos notar fue que Sísara le pidió a Jael, mentir.
“Párate a la entrada de la carpa —le dijo él—. Si alguien viene y te pregunta: “¿Hay alguien aquí?”, contéstale que no.”
Sísara cometió el error de decirle a Jael que mintiera si alguien le preguntaba si estaba allí. Siendo una mujer sabia, llegó a la conclusión de que Sísara estaba huyendo del campo de batalla, lo que significaba que los judíos habían ganado la batalla y el dominio cananeo sobre la tierra se había roto.
Imaginemos lo que pensó Jael: “Si protejo a Sísara, tendré problemas con los judíos, quienes son mis propios parientes. Alguien debe estar persiguiendo a este hombre, y quienquiera que sea no estará satisfecho hasta que el capitán esté muerto.”
Jael pudo haber razonado de esta manera, pero en última instancia lo que hizo fue en la dirección soberana de Dios o, de lo contrario, Débora era una falsa profetisa Para un capitán, huir de una batalla era vergonzoso; que lo mataran mientras huía era humillante; pero ser asesinado por una mujer fue la cosa más vergonzosa de todas.
¿Debemos bendecir o culpar a Jael por lo que hizo? Ella invitó a Sísara a su tienda, lo trató con amabilidad y le dijo que no tuviera miedo; por eso ella lo engañó. Los ceneos estaban en paz con Jabín, así que violó un tratado. Ella le dio a Sísara la impresión de que protegería la puerta, por lo que rompió una promesa. Mató a un hombre indefenso que estaba bajo su protección, por lo que ella fue una asesina. Sin embargo, Débora cantó: "Bendita más que las mujeres será Jael la esposa de Heber el Ceneo, bendita sea ella entre las mujeres en la tienda.
Si Jael no hacía esta justicia, cientos de niñas judías habrían sido capturadas, violadas asesinadas por este Sísara y sus soldados, Sì era la voluntad de Dios que Jael ayudara a liberar a la nación de Israel de la esclavitud, porque también ayudó a proteger a las mujeres de la brutalidad más cruel de los cananitas. Ella fue una valiente que fue usada por el Señor, porque se puso del lado del pueblo escogido por Dios.
¿Qué lecciones te da la historia de Jael? A mi me impresiona su coraje para tomar la estaca y apagar la vida del enemigo. Que Dios nos de la valentía para orar como una guerrera confiada en el Poder de Dios.
Martha Vílchez de Bardales
Commentaires