"El sembrador es el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno." Marcos 4:14-20
Jesús trasladó su predicación de las sinagogas a los mítines religiosos al aire libre; esta era una forma de no darle importancia a los religiosos que no perdían la oportunidad de acusarlo, pero sobre todo era una forma de ampliar la oportunidad a gran parte de la población para escuchar su palabra. Me imagino sentado a Jesús en una barca y desde allí con voz amorosa declarar con autoridad el mensaje del evangelio. Esos botes se convirtieron en el púlpito de Jesús.
Jesús utilizó varias formas para enseñar. A veces usó ilustraciones simbólicas, como cuando le habló a la mujer que se encontraba junto a un pozo, a ella le mencionó sobre el agua de la vida. También utilizó ilustraciones conocidas para lograr una mejor comprensión del mensaje como decirle a sus sus discípulos que les convertiría en pescadores de hombres, y que los campos se encontraban ya maduros para la siega. También les habló de la sal, la luz y, en el Sermón del Monte, de los fundamentos sobre la roca y la arena.
Esta vez el Señor utilizó parábolas. La idea de una parábola era establecer una verdad espiritual de lado con una verdad diaria de la vida.
Jesús entonces contó la parábola del sembrador. Este oficio era muy común en Galilea. La gente estaba acostumbrada a ver a los sembradores arando el suelo de los alrededores de los pueblos. Usualmente el sembrador con su arado, cruzaba los caminos, las malezas, las piedras y espinas. Claramente el Señor quiso que la gente notara que la enseñanza estaba basada en los diferentes suelos:
En el camino (junto al camino) Se refiere al camino público que pasaba por los campos del pueblo. Cuando el campo estaba arado, el camino desaparecía por un corto tiempo, pero rápidamente volvía a utilizarse.
En suelo rocoso (en pedregales) Se refiere a una formación rocosa, con unas pocas pulgadas de tierra bajo la superficie; no a las piedras sueltas del campo. La poca profundidad del suelo era evidente para quien lo observara.
En un suelo con espinas (entre espinos). Es una tierra descuidada por eso la mala hierba y las plantas malas terminan ocasionando la muerte de la semilla.
En buena tierra.
Los discípulos no captaron la lección y por eso Jesús les explicó. El sembrador es el que siembra la palabra: Jesús dijo que la palabra de Dios es como una semilla. Se planta en nuestros corazones y luego tiene el potencial de llevar fruto. Pero no toda semilla crece para ser una planta para llevar fruto. El tipo de suelo en la que cae hace la diferencia.
La semilla que fue sembrada “Junto al camino” nos plantea la idea de un suelo difícil, porque las personas caminan por este sendero todo el tiempo, y la pisotean para que sea una senda o camino. Las personas junto al camino son duras hacia la palabra de Dios, y no permiten ningún lugar para que la semilla de la palabra esté en sus vidas, la semilla junto al camino nunca entra. Hay personas que pueden escuchar la palabra, pero no meditan en lo que Dios les dice, y menos la guardan en su corazón.
La semilla que fue sembrada junto al camino no profundiza y en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró. Satanás no quiere que la palabra de Dios se arraigue en el corazón de la persona.
La semilla que cayó entre piedras, asemeja los corazones duros. Quizá oyen la Palabra, la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración. Algunas personas son como el suelo que es pedregoso pero que está cubierto por una capa superficial de tierra. Éstos reciben la semilla de la palabra con un destello de entusiasmo el cual se consume rápidamente. La plaga que ha azotado nuestras naciones ha atacado muchos corazones, logrando endurecerlos.
Los que fueron sembrados entre espinos: son los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Los espinos crecen junto a la buena planta, pero como no tiene profundidad (comunión con Dios) terminan siendo ahogados por chismes, y la cizaña que mata la fe.
Y la buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno: Algunas personas son como la buena tierra, y éstas reciben la palabra, y dan fruto, cumpliendo así el propósito de la semilla.
Esta parábola muestra que cuando la palabra es recibida de la manera que debe ser recibida, algo sucede, se produce fruto. Si nada sucede, entonces la palabra no está siendo recibida como debiera. Evaluemos la tierra donde fue sembrada la Palabra, no importa el tiempo que haya pasado, sea unos días o años, debes dar fruto a Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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